jueves, 28 de abril de 2022

Fragmento de la novela Las puertas del tiempo - 2

 

En el café-bar-restaurante

Los asistentes puntuales esperaban que Susan, hermana de Hunter y bibliotecaria del café-bar-restaurante, abriera las puertas del establecimiento. Los lunes no se trabajaba al público, en cambio, el personal realizaba tareas de limpieza y clasificaba el ingreso de los nuevos libros adquiridos bajo el riguroso intercambio de ejemplares. Matthew, Raymond, Hunter y su hermana, pasaron directo al comedor de empleados, ahí les sirvieron el único menú que habían preparado para ese día. Después de una breve sobremesa bajaron al sótano donde se encontraba el salón de juntas del establecimiento y la biblioteca de libros y documentos clasificados como “no intercambiables”, el lugar se encontraba equipado con medidores automáticos para el control de iluminación, temperatura y humedad. Varias mesas de trabajo les permitió extender papeles, documentos y fotografías que habían seleccionado para esa ocasión. Susan vio por vez primera las imágenes del desfile, las pegaron sobre una pizarra que se extendía a lo largo de la pared. Se sentó a una distancia prudente frente a las fotografías, que analizó con excesiva atención sin comentar absolutamente nada.

Hasta ese momento sus especulaciones apuntaban a ciertos trabajos de investigación de Nikola Tesla y Albert Einstein, ambos a su manera, tenían una estrecha relación con la Alemania de Hitler, y ambos también a su manera, se habían comprometido con proyectos relativos a la “trasmisión de la materia a través del espacio tiempo”. Nikola Tesla lo había mencionado en varias ocasiones y lo había enfatizado de forma muy elocuente durante algunas de sus históricas entrevistas. Tema que relató refiriéndose a un artículo en particular de la revista “Immortality”, realizada en el laboratorio de Tesla en Colorado Springs en 1899. Hunter acaparaba la atención de todos mencionando unos fragmentos que había copiado de la histórica entrevista.

“Lo que se considera como espacio vacío es solo una manifestación de la materia que no está despierta. No hay espacio vacío en este planeta, ni en el Universo…” La materia es una expresión de infinitas formas de la luz, porque la energía es más vieja que ella.

Lee enfatizaba las palabras de Tesla, en relación al “espacio vacío” y la manifestación de la materia como una expresión de infinitas formas de luz. La voz lejana del científico, parecía anidar en los muros del subsuelo donde los sonidos reverberaban con sus ecos, como si se pudieran atrapar las palabras en los resquicios vacíos para colmarlos de ideas. Ya en otra ocasión, Tesla se había referido a un aparato que extrae la energía radiante del continuo espacio-tiempo. La energía radiante, según afirmó Nikola Tesla, es la que predomina en el Universo. En relación a este fantástico relato, era posible viajar a lugares sorprendentes utilizando el mecanismo de la teletransportación.     

Raymond movió la cabeza, comenzaba a desesperarse. Nada parecía tener sentido. Finalmente dijo con voz demandante -yo sólo quiero saber cómo llegó esa fotografía a la cámara de Matthew. Con evidente sorpresa, todos se encogieron de hombros. Ante el desconcierto de los presentes, Ray se disculpó, ya más calmado dijo –Me inclino más por los descubrimientos de Einstein- tomó uno de los documentos que Susan había seleccionado para la reunión. -Invisibilidad amigos, ese es el punto, invisibilidad repitió enfatizando con lentitud cada una de las sílabas.

Me parece que estamos en un callejón sin salida –intervino Matthew- La paradoja de Einstein-Podolsky-Rosen, es sólo un experimento mental. El artículo es claro, habla explícitamente del carácter relativo del tiempo, medido por distintos observadores en diferentes estados de movimiento, lo que implica que no puede existir una asignación objetiva del instante de tiempo a todos los eventos que sea válida para todos los observadores a la vez. Susan temió preguntar, y casi titubeando dijo - están seguros de no haber visto el cuarto vehículo. –Completamente, dijo Ray. -Nunca hubo un cuarto vehículo agregó el fotógrafo.

-Voto por el plan B -dijo Hunter –estamos dando vueltas en círculo, así podemos especular hasta el infinito, esto no nos conduce a nada. Propongo que entrevistemos a ambos científicos. Nos presentaremos como reporteros del New York Times, a fin de cuentas los tres trabajamos ahí -guiñó el ojo- en efecto, “Book” era el autor de la tira cómica “Todos al Ataque”, cuyo protagonista Lucas, un simpático investigador privado, mantenía siempre a la expectativa a todos sus asiduos lectores de la sección editorial que aparecía los domingos. Hunter, además colaboraba con un puzzle de palabras cruzadas que se publicaba todos los días.

Susan había salido para organizar la comida, no tardó en regresar con una revista entre sus manos. -Me la acaba de entregar un niño, el chiquillo dijo que no podía volver mañana y no solicitó a cambio ningún libro. La portada tenía un dibujo a mano, colorido, a simple vista parecía representar un símbolo extraño. Las diez y seis páginas de su interior estaban en blanco, a no ser por un dibujo abstracto que alguien había trazado dentro de un pequeño rectángulo…

…Al concluir la jornada del día, cuando los empleados del café-bar-restaurante se habían ido, Susan bajó al sótano, había pasado una semana y los papeles sobre las mesas de trabajo aún permanecían ahí. En

realidad no le preocupaba mucho el no haberlos guardado, porque ella era la única que tenía acceso al depósito de documentos y libros del sótano, que por su peculiar contenido, eran clasificados como inestimables y a veces significativamente valiosos. Mientras hacía un poco de orden y teniendo frente a sí, las fotografías del desfile de Hitler en Berlín, le asaltó una idea bochornosa. -¿Y si Matthew nos estuviera gastando la más imperdonable de las bromas? A fin de cuentas, él era un experto en fotografía, un innovador de técnicas de vanguardia, asiduo expositor en la galería “Little Glint” de New York, donde solía en tiempos mejores reunirse con artistas e intelectuales dedicados al arte y a la investigación teórica de la imagen fotográfica. Incluso en la última exhibición de su obra “Neon and Gas” había sido objeto de una histórica polémica, suscitada a raíz de un acérrimo debate entre sus críticos más conservadores.

Susan Se aproximó al vehículo de las mujeres, sin duda una buena fotografía, más aún por el efecto sombrío que generaba el largo cabello suelto, como si ocultara de manera etérea las figuras humanas que se veían nítidas al fondo. Una estela bastante común a no ser por una ráfaga de aire natural que tuvo que ocurrir justo en ese mismo instante, tan intensa como para lograr agitarles a las damas la melena de esa manera. La bibliotecaria pensó que tal vez, el vehículo iba demasiado rápido, idea que descartó al instante, a menos que, discurrió de pronto, Matthew haya tomado la fotografía en otro lugar y hábilmente creado el montaje. Tampoco esa era una buena idea, la secuencia de los negativos no dejaba lugar a dudas la autenticidad de la misteriosa imagen.

Sin más, comenzaba a organizar los archivos que había seleccionado ese día, cuando vio la advenediza revista –pensó -Seguro un autor anónimo que busca notoriedad. Aunque la portada sin ser profesional era seductora, atrayente. El símbolo extraño que creyó ver en esa oportunidad, ahora le parecía como una secuencia de dos objetos que flotaban en el aire tras una explosión. El título y probablemente un subtítulo eran ilegibles, no por una mala caligrafía, sino por los símbolos, parecían ideogramas antiguos. Hojeó nuevamente las páginas que estaban sin numerar, justo en la que correspondía al número catorce, estaba la imagen de un impreciso dibujo enmarcado en un rectángulo. Su olfato de bibliotecaria y su poderosa sensibilidad la motivaron a guardar el cuadernillo en una gaveta bajo llave, en la sección de obras anónimas sin clasificar.   

Archivó todos los documentos, antes de apagar la luz centró su vista sobre el rostro enigmático de la mujer. En ese momento reflexionó, si no todo ese embrollo era producto de la caótica mente de Hitler. -Tal vez todo esto tiene que ver con Hitler –pensó. Después de revisar los controles de seguridad, apagó la luz, cerró con llave la puerta. Al salir del establecimiento, se dio cuenta que había luna llena y que el cielo iluminado, creaba sombras que se agitaban en el suelo, cuando el viento movía calmadamente la espesura ocre del follaje.

Matthew había vuelto a tener problemas nerviosos, eso decían sus médicos. Frecuentes dolores de cabeza acompañados ocasionalmente de vértigo y trastornos visuales lo habían mantenido durante varios días recluido en su habitación. El poco éxito de las entrevistas planeadas con gran detalle, influyeron en cierta medida a su abulia y desinterés por el asunto de la fotografía, en realidad ya no quería saber nada al respecto. El día programado para la reunión con Albert Einstein, su ayudante, un joven húngaro, le había entregado a Raymond Moore, justo treinta minutos antes del encuentro, una serie de preguntas que los reporteros del New York Times solamente debían formular. El ataque de Einstein a la teoría cuántica nunca había sido rebatido por el científico satisfactoriamente, así que el investigador aprovechó la oportunidad, para exponer con amplitud su preocupación y su posición determinante, de unificar los fenómenos luminosos y gravitatorios, en una sola teoría.

En tal caso, el artículo fue bastante bien recibido en el periódico. En cuanto a Nikola Tesla, todo resultó infame, para ellos y para el mismo científico que el día anterior había cancelado la entrevista. Habían sustraído de su habitación del hotel New Yorker de Manhattan, una cantidad importante de documentos y cajas con valiosa información. En medio de las engorrosas investigaciones sobre el inventario de la obra intelectual del científico que había sido robada, cualquier intento de hablar con Nikola Tesla resultaba completamente infructuoso. 

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