lunes, 30 de mayo de 2022

Flor de pétalos infinitos


 Flor de pétalos infinitos

Fragmento de mi autobiografía: Hacia la creatividad cuántica.

Siendo una inquieta adolescente, la fotografía de un ramillete de flores me llamó la atención, la corola de las inflorescencias parecía crecer hasta el infinito, y eso me dio una idea. Dibujaría los pétalos de la flor, pero el dibujo estaría sometido a ciertas reglas. Iniciaría con una inflorescencia muy simple compuesta por tres pétalos, representados cada uno por una línea que partía del centro de una circunferencia. (fig.1) Cada línea a su vez, crecería de la misma forma extendiéndose en círculos hasta el infinito. 

 

                                       Figura 1. Inicio del desarrollo de una inflorescencia fractal. 

Tracé el dibujo en una cartulina negra, tuve que comenzarlo varias veces porque al aumentar los círculos, la cantidad de pétalos o rayas, crecía de forma alarmante y terminaban apretujándose todas las líneas. De hecho, sólo pude dibujar una flor de siete círculos con 192 rayas (figura 2) pronto me di cuenta que en el siguiente círculo debía dibujar 384 rayitas, en ese momento me di por vencida y no por falta de paciencia, sino porqué necesitaba duplicar o triplicar el tamaño de la cartulina para qué se pudiera apreciar la interesante figura que se estaba formando.

 

 Figura 2. Inflorescencia fractal.

 Como sabía que en cada círculo se duplicaba la cantidad de rayitas del círculo anterior (figura 3) pensé que habría un método sencillo de saber por ejemplo, cuantas rayitas contendría el círculo 325. 

 

 

 

Figura 3. Fragmento del cuadro numérico de las relaciones periódicas, de una inflorescencia de tres pétalos. 

Me tomó varios días de mi obligado encierro desarrollar una fórmula, yo no era experta en fórmulas, ni los soy ahora, pero con cierto placer y un poco de lógica, llegué al siguiente argumento.  

Fórmula: 

Denominé “R”, a la cantidad de rayas por círculo.

Denominé “c” al círculo que contiene a “R”  


Aplicando la fórmula para saber cuántas rayas puede contener por ejemplo, el círculo 20, lo primero fue restar: 

c-1, (20-1=19) 

2 elevado a la potencia 19 = 524288

524288 x 3 = 1572864 

El número de rayitas que debería contener el círculo 20, era monstruoso, nada menos que la cantidad de: un millón quinientos setenta y dos mil ochocientos sesenta y cuatro. 

Efectivamente era una Flor de Pétalos Infinitos. Para saber si estaba en lo correcto, probé la fórmula con los números del cuadro que ya conocía y en efecto funcionó. 

Por supuesto, después de ver el resultado del cálculo anterior, ni siquiera intenté encontrar la cantidad de rayitas que puede contener el círculo 325. Este hermoso universo creado de la nada, me mantuvo bastante entretenida los días restantes. Volviendo al cuadro de la figura 3, se puede apreciar que existe un patrón regular que se repite cada cinco eventos, cuyos números repiten la terminación de: 6, 2, 4 y 8 respectivamente, intercalados con tres números de por medio, cuando descubrí esta curiosa relación, me pareció más bella la figura de la flor de pétalos infinitos. 

Con el tiempo llegaría a descubrir algunos patrones numéricos que recrean universos maravillosos a través de los fractales. Para traducir la naturaleza de los seres vivos y del universo, es necesario encontrar el código oculto de sus números. Somos habitantes de un espacio numérico intangible, donde deambulan las formas atrapadas en modelos dinámicos, ellas son producto inherente de sucesos que se repiten con una periodicidad asombrosa, dotada casi siempre de extraordinaria complejidad y belleza.

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lunes, 23 de mayo de 2022

LAS 11 EN PUNTO DEL SISTEMA

 

Fragmento de la novela Universo Antrópico

por Lilia Morales y Mori

 LAS 11 EN PUNTO DEL SISTEMA

 Supuso que estaría a las 11 en punto del Sistema, había perdido contacto con el anterior sector de los Terrenios-Fi. Tenía que localizarlo y registrar su nueva posición. En ese momento se preguntó si el Sistema obedecía a muchos universos diferentes, o era un único universo con multitud de regiones diferentes. La respuesta por lo pronto no era indispensable, la prioridad en ese momento era encontrar un artilugio que le permitiera “marcar” su posición en el sector correspondiente, nada fácil, tomando en cuenta que el meta mundo era tan infinitamente vasto como diversificado, y por si fuera poco, el Sistema se modificaba con cierta frecuencia creando al mismo tiempo multiversos tan auténticos, como la misma “realidad física”. 

-¿Cómo puedo estar seguro de encontrarme a las 11 en punto del Sistema? -Reflexionó Ralph-Fulgor después de conjeturar el hecho de que sus argumentos eran demasiado débiles. Fracciones aisladas en constante cambio sólo perturbaban sus ideas y con frecuencia, tenía que revisar una y otra vez, el valor fundamental de los parámetros que con anterioridad había marcado.

-¿Y si estuvieras a las 11 en punto del Sistema? -Escuchó una voz tan clara como el difusor de plasma que se encontraba sobre la consola. Se le heló el cuerpo con una ráfaga de aire que lo envolvió de los pies a la cabeza. El sillón junto a él comenzó a balancearse mientras una figura borrosa iba tomando la forma de una mujer que lo miraba con excesiva curiosidad.

-Hace tiempo que te estoy rastreando Ralph-Fulgor. ¿No te lo había dicho Ralph-Corpo? -Preguntó con toda franqueza la recién llegada.

-No, bueno… ocurre que siempre lo dejo en off.

-Otro de tus errores -afirmó con aplomo la desconocida.

-¿Quién eres? ¿De qué sector vienes?

-Preguntas demasiado… pero puedes llamarme Hysdara-Nova -dijo arrastrando las palabras e inmediatamente preguntó -¿Has viajado al nivel de la onceava dimensión?

-¡No!

 -¡Sí lo has hecho! Tu memoria se encuentra sometida Ralph, tus pensamientos vagan solitarios en todas direcciones. ¿No te has dado cuenta que aún permaneces conectado al Módulo de Simulación?

-Supuse que algo me aprisionaba en este ilusorio mundo -agregó el intrenio imperturbable quién sonrió con pesar para sí. En ese momento recordó haber visto antes a la mujer, al menos se parecía a… ¡No…! Sus ojos no eran violeta, ni su piel metálica emitía cierto calor. Tampoco su largo cabello refulgía en colores vibrantes… tal vez su voz si era de ella. Aunque tampoco recordó quién era ella. 

El video-plasma se activó con un ligero zumbido mostrando la imagen rocosa de una construcción asentada en las profundidades de una montaña. –Son las cuevas de Asgor -dijo Hysdara-Nova -Tienen una antigüedad de veinticinco mil años. En este momento están habitadas por Intrenios-místicos fuertemente sometidos por Inteligencias Superiores. Ambas entidades conviven con relativa armonía. La actividad de los místicos genera vibraciones mentales electromagnéticas muy positivas, para activar algunos cambios en el espacio-tiempo del Sistema.

-¡Pronto tendrás que ir! -Dijo Hysdara-Nova sin quitar la vista de un extraño ascensor dimensional, que indicaba sobre el marco translúcido de la puerta de metal vidrioso, los números romanos del I al XI.

-Aún no funciona -se adelantó a decir Ralph-Fulgor.

-Lo supuse, además está incompleto.

-¡Sí…! –Contestó sorprendido el intrenio, ya que no tenía idea de porqué la mujer afirmaba tal conjetura.

-Bueno, me marcho. Tengo otros pendientes. Y antes de que se esfumara la aparición, Ralph-Fulgor agregó.

-¿Podrías hacerme un favor?

-Sí, dime.

-He tenido problemas para marcar las posiciones del Módulo.

-Creo que este simulador holográfico geodelta te será de ayuda -dijo la mujer sin ostentar ninguna arrogancia, al tiempo que sacaba de entre los pliegues de su túnica, un pequeño objeto esférico que acomodó sobre una base circular. Ambos elementos los dispuso sobre la consola. A continuación, del mismo sitio sacó una pieza triangular profusamente adornada, en la que destacaban las bandas luminosas de una serie de comandos. Oprimió el botón central del Tridelta y de inmediato se elevó una esfera que suspendida sobre la base circular giraba vertiginosa sobre su propio eje. Ralph-Fulgor observó cómo Hysdara-Nova accionando los comandos de la base circular del geodelta, se formaba al centro de la habitación, un plasma impreciso que poco a poco iba adquiriendo la imagen tridimensional de un cuerpo redondeado, donde se observaba con nitidez, sólo un pequeñísimo segmento interior que permitía ver en el centro de la esfera, una especie de curvatura o inmersión tan larga como el eje longitudinal, en dirección norte-sur del propio objeto.

-En efecto te encuentras a las 11 en punto del Sistema. Y si observas con atención te darás cuenta que tienes acceso abierto a la Fracción Intrenia-mística, es por eso que el video-plasma de tu consola registra las cuevas de Asgor en dirección de las manecillas del reloj.

-Por otra parte, agregó Ralph-Fulgor, también tengo acceso a una Fracción de los Terrenios-Fi -Ambos personajes se vieron directamente a los ojos haciéndose un guiño de complicidad.

-¿Y…?

-¿Te parece mala idea…? -Preguntó con cierta indecisión el científico.

-Tiene sus riesgos… pero si usas el marcador y activas la señal del Tridelta estarías en posibilidad de iniciar la cartografía del Sistema.

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martes, 17 de mayo de 2022

Los ilustres visitantes



 LOS ILUSTRES VISITANTES 

(fragmento de la novela Inmortalidad)

Todas las salas que daban hacia el patio central de la imprenta se habían transformado en el territorio transeúnte de la Feria del Manuscrito, durante la semana en que se celebraba el cuarenta y cinco aniversario de su fundación. Atestado el lugar de ilustres visitantes que iban y venían con catálogos en mano, solicitaban ser atendidos personalmente por los dueños que no se daban a vasto para atender a tal cantidad de expertos coleccionistas y a un buen número de rastreadores de obras antiguas, raras e inéditas.

Antonello Guinelli finiquitaba algunos detalles con ciertos caballeros venidos desde la isla danesa de Hven. Por encargo del célebre astrónomo Tycho Brahe, los personajes le solicitaron al artista italiano un sofisticado diseño de naipes simbólicos, los que serían impresos en la imprenta del centro astronómico edificado en las entrañas del Castillo de Urania. Guinelli después de atenderlos se retiraba de su despacho, cuando fue abordado por tres individuos que solicitaban información sobre un antiguo manuscrito.

-Señor Guinelli –dijo un hombre grueso de barba puntiaguda y entrecana- estamos interesados en la obra del Magister Prinio Corella, sabemos que existen al menos quince o veinte manuscritos suyos y por supuesto su Magna Obra.
-Corella… Corella. Sí lo recuerdo, efectivamente –dijo hojeando el registro- aquí tengo algo: “De creatione quintae essentiae” (1478), “Elixir Vitae” (1482) y “Ars Major” (1490).
-¿Es todo? –preguntó decepcionado el hombre.
-Por desgracia gran parte de su obra fue prohibida y devastada, pero existe una relación muy prolija que el abad Jacobo de Grinaldi escribió en una biografía del “Doctor Absolut” bastante completa.
-¿Podemos verla?
-Por supuesto, síganme –dijo Guinelli encaminándose a la biblioteca. Tomó el manuscrito de una vitrina y se lo mostró a los hombres que se habían sentado alrededor de una mesa. El texto de Grinaldi mencionaba detalladamente nueve manuscritos como obras menores y diez más a los que les concedía plena importancia.

Un hombre delgado, de aspecto macilento y lo bastante alto como para sobresalir su cabeza entre la nutrida concurrencia que se había congregado en el patio central, intervino con la siguiente aclaración, -El abad no menciona nada de su Magna Obra que debió haber concluido en 1498.
-¡Imposible! –dijo de inmediato Guinelli- Prinio Corella murió en 1496 en un lamentable accidente cuando su carruaje cayó por un acantilado de la sierra Tramuntana al despeñadero- Los tres hombres se vieron sorprendidos, incrédulos.
-Existen varios manuscritos que dan testimonio de su Magna Obra, Eliphas el Magnífico lo cita varias veces al igual que Jonathan Von Debra entre otros que tuvieron correspondencia con él hasta 1498 –informó el menos viejo que no había pronunciado palabra.

-¡Qué contrariedad! No sé qué decirles, al menos algo es seguro, jamás encontraron su cuerpo. Hay muchas historias al respecto, que la marea arrastro su cadáver al fondo del mar. Que fue rescatado en vuelo por un ángel. Que cayó sobre la arena como blanda espuma y siguió caminando como si nada. En fin, cualquier cosa, lo cierto es que su muerte sigue siendo un misterio y nadie ha dado fe de su Magna Obra. Me temo señores que no puedo ayudarles más.

Guinelli salió de la biblioteca para reunirse con su hija Kima, la joven charlaba cerca de la fuente del patio central con Guillermo Doménech y Juanjo Vivot, los dos hidalgos eran originarios de Mallorca. El primero era un cartógrafo consumado y el segundo un políglota, erudito y estudioso de heráldica. Ambos caballeros solían visitar la imprenta durante sus fortuitas estancias en la isla como un retiro solaz entre sus viajes incansables. El grupo escuchaba de buen agrado las anécdotas que Doménech solía relatar, cuando Guinelli vio a Gadea como una apacible imagen parada en el descanso de la escalinata bajo la arcada del pórtico interior. Antonello no pudo ocultar su alegría y sin disculparse del corrillo se encaminó hacia su esposa que también lo había advertido. Como una pareja de enamorados los vio Kima tomados de la mano aproximarse a ellos. Con casi sesenta y cinco años a cuestas la señora Guinelli conservaba la belleza y la elegancia que en su juventud le fueran características.

Gadea elogió con modestia y probado conocimiento el notable trabajo de la imprenta durante todos esos años. En pocos minutos la naturalidad de la conversación se convirtió en una delicia hasta que uno de los interlocutores se dio cuenta que eran observados sin pudor por tres caballeros. Con cierta discreción éste les señaló a los insolentes personajes.
-El regordete de barba es Arthur de Yehak, famoso alquimista de la corte de Rodolfo II –dijo Juanjo Vivot. -El alto escuálido es el astrónomo y matemático Wenceslao Stroff, también asentado en el bastión de la Academia de Alquimia Praguense. El otro no me es conocido –añadió el cartógrafo que les dirigió una mirada sin reparos- supongo que vienen de Bohemia…

Por lo que veo –agregó Doménech- por aquí bulle el corazón de los “destillatores” y circula mucha sapiencia de los laboratorios herméticos de Praga.
-Un momento, un momento… -dijo en tono más que efusivo Juanjo Vivot- ¡Es Kelley!, el controvertido médium particular del doctor Dee.
-¡Por supuesto! –Intervino el cartógrafo- bastante bien conocido por su mecenazgo dispensado por parte de Isabel I de Inglaterra.
-Aunque no menos popular por haber perdido las orejas en manos de la justicia. Su nombre verdadero –susurró Vivot casi al oído de los escuchas- es Edward Talbot, quien se desempeñó muy joven como escribiente y más tarde se supo que era un artífice harto mentiroso y un auténtico falsificador de documentos.

Antonello Guinelli no pudo evitar cierto nerviosismo, sugirió que un asunto pendiente obligaba a su esposa y a su hija regresar a la hacienda. Se disculpó prometiendo a la brevedad posible regresar dejando de súbito a los dos jóvenes con un palmo de narices. Gadea y Kima se despidieron con sutil presteza sin entender nada, En el carruaje hablaron poco y la pregunta de Kima respecto a lo sucedido quedó de momento sin respuesta.
 

Recién llegados a la hacienda y sin tiempo aún de limar algunas asperezas en privado, se precipitaron los acontecimientos cuando una mujer de la servidumbre le anunció a Guinelli la presencia del alquimista Arthur de Yehak quién solicitaba para él y sus acompañantes urgentemente su anuencia. Sin más remedio el señor de la casa los hizo pasar a su despacho. El primero en hablar fue el alquimista.
-Estimado Guinelli, lamentamos este penoso asedio, pero creemos que en nuestra previa conversación usted nos ha ocultado algo de vital importancia para la ciencia que nos ocupa.
-¿No entiendo? Creí que todo había quedado claro.

-Es probable que usted ignore algunas cosas respecto a la familia de su mujer –intervino en tono suspicaz Kelley- pero nosotros lo vamos a poner al corriente.
-Soy todo oídos, pero les advierto que no toleraré insolencias –manifestó el impresor quién en ese momento hubiera preferido ser sordo de nacimiento.
-Descuide, me limitaré a los hechos. Su esposa Gadea es hija de Georg Ancarola y Catalina Verti.
-Cierto.
-Y su suegro fue el cuarto de los hijos de Ulrich Ancarola y Apel Ferrater.
-No me dice nada que yo no sepa.
-Pues tal vez ignore que Melissa Ferrater quién en vida fue hermana de Apel y por consiguiente tía de Georg Ancarola su suegro… conocido aristócrata, inversionista y banquero…

-¿No entiendo a donde quiere llegar con todo esto?
-Seré claro –dijo sin rodeos Kelley- veo que usted ignora que la tía abuela de su esposa, Melissa Ferrater no tan solo protegió al Magister Prinio Corella sino fue su discípula.
-¿Discípula?
-Tal cual –terció el astrónomo y matemático Wenceslao Stroff quien se veía demasiado irritado como para alzar la voz cuando agregó- Tenemos testimonios irrefutables al respecto. Incluso sabemos que se hacía llamar “Virgencita Negra”.
-¡Es suficiente…! No pienso tolerar más –Dijo Guinelli dando tremendo puñetazo en la mesa- salgan inmediatamente de mi casa.

En ese momento el alquimista Arthur de Yehak se levantó encolerizado, los cachetes mofletudos le temblaban y sin poder controlar sus movimientos se dio una vuelta en redondo encaminándose de forma accidental a la habitación contigua donde alcanzó a ver el bargueño que contenía los manuscritos de Gadea.
-¡Qué descubrimiento! –Gritó resoplando el gordo- aquí hay unos manuscritos. El astrónomo y Kelley se pararon como resortes y de un certero brinco estaban frente al mueble. Guinelli los siguió y no pudo menos que aterrarse cuando Yehak le ordenó que abriera el bargueño.
-He perdido la llave –aseguró Antonello con voz entrecortada. No se hizo esperar la furia del alquimista que levantó con inusitada fuerza el armario y en vilo lo arrojó contra la pared. Volaron astillas de madera y vidrios por todos lados. Los tres hombres como aves de rapiña escudriñaban entre los pedazos de tablas y cristales cada uno de los treinta y ocho manuscritos.
El pertinaz de Kelley alzó de entre los restos desperdigados la tapa que cubriera el doble fondo y bajo ella descubrió que reposaba indiferente el manuscrito del Ditriae-Corporum y las mujercitas desnudas.
-¡Lo tengo! –dijo dando tremendo alarido. Los tres usurpadores apenas si se dieron tiempo de examinar el manuscrito, tal vez el confirmar que no entendían absolutamente nada les era la prueba más contundente, que tenían en su poder el secreto mejor guardado de la alquimia. Salieron de la hacienda con tal celeridad que su recuerdo se volvió polvo, y no se les volvió a ver por ningún rincón de la isla de Mallorca.

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miércoles, 11 de mayo de 2022

El estanque de las Tortugas



Fragmento de la novela “Las puertas del tiempo”

La sociedad secreta Pi 

…No fue casual encontrarlo sentado en una banca frente al Estanque de las Tortugas, particularmente ese día cuando el azul del cielo de un sol luminoso llenaba de claridad los hermosos paisajes de Central Park. Impecable, elegante, con riguroso traje oscuro, camisa blanca y corbata gris plomo, Nikola Tesla, le daba de comer a las sisellas. El fotógrafo se sentó a su lado, sin saludarlo le dijo señalando a una graciosa paloma arrollera que picoteaba las migajas arrojadas en el suelo. –Es difícil imaginar un campo de fuerza responsable del movimiento de todos los cuerpos en el espacio. 

-El espacio vacío está lleno de energía indetectable –dijo el científico encausando una conversación que se había iniciado en apariencia de forma espontánea, pero Matthew quería llegar a un punto específico, un asunto que a él en particular le preocupaba. -La energía eléctrica está presente en todos lados en cantidades ilimitadas, esta energía que opera en el universo será la fuente que impulse todas las actividades de los seres vivos en su existencia diaria. Me refiero a la energía cósmica –añadió Tesla quién le dirigió una serena mirada a su interlocutor. 

-Me gustaría, si no tiene inconveniente que me hablara sobre la “Bobina” que usted inventó en 1891. Por lo que he escuchado, usted sugiere que este mecanismo hace funcionar a los platillos voladores, algo así como un motor para mover una nave espacial. 

Tesla sonrió –Y supongo que usted no lo cree. Justo, usted inició esta conversación tocando aspectos de mi Teoría Dinámica de la Gravedad, la cual asume que un campo de fuerza es responsable del movimiento de los cuerpos en el espacio. Energía ambiental, amigo… No me dijo su nombre… ¿verdad? El fotógrafo estuvo a punto de extenderle la mano al científico, pero de súbito recordó, que a Tesla le incomodaba esa inoportuna costumbre. –Matthew Anderson –contestó –soy fotógrafo… del New York Times. –Pero volviendo a su “bobina”… 

-¡Ah! La bobina de alta frecuencia, bueno… imagínese un transformador resonante el cual genera carga electrostática y electromagnética en la nave, estableciendo una función de polaridad. De hecho, la bobina es una columna con un espacio hueco que contiene un generador de turbina. Cuando se crea el vacío en un hemisferio de la nave, se le permite a la presión atmosférica correr a través del tubo, activando el generador eléctrico de la turbina. Los extraterrestres usan este sistema. 

-¿Los extraterrestres? preguntó el fotógrafo.

-Sí amigo -contestó Tesla levantándose de la banca, su chofer había llegado para recogerle. Tesla caminó erguido, silencioso, mientras Matthew lo veía perderse en el sendero cuyo fondo a lo lejos, enseñoreaba el bellísimo Castillo Belvedere…

 

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sábado, 7 de mayo de 2022

¡Abre viento la ventana!



 

Fragmento del poema Raborá 

(Homenaje a los poetas malditos) 

Hay un lenguaje en la boca
como rumor de aves
mirando el amanecer
y heme aquí
junto a este barro
de forma interminable
donde la agonía esculpe
la imagen inversa del espejo
en el caleidoscopio multicolor
de una Torre de Babel
mientras un simulacro
de mariposas
con alas de fuego
purifican el camino del sol. 

Danza la telaraña
sobre la suave espuma
y es su blancura
tan tersa
que la luna
líquida perla inmaculada
al humedecer la transparencia
del cristal
se desliza en súbita gota de agua. 

Inmensidad azul
grave oquedad
donde sacio mi sed cada mañana
y es un timbal
y tu mágica voz
el tiempo suspendido
en éste
mi espacio inhabitado
vacío de mi cuerpo ausente
que atrapado en la malla blanca
reposa junto al dintel
mientras el Cuervo te habla.

¡Abre viento la ventana!
Que entre el sol con sus cintas de colores
que no se atormente mi alma
con frágiles tibiezas
porque en este denso espacio
donde suena el gong de China
quiero eternizar mi cuerpo
y suspender mi alma
sobre el cristal
de la perla inmaculada
que se desliza en la negrura
sedosa
implacable de tus alas.

Abre viento la ventana
que aniquila el camino del verbo
en fecunda reflexión de ecos
sobre la cúpula del faro
con pátina herrumbrosa
en perverso equilibrio
donde instiga el azar
la retórica
y el reflejo de la opaca materia
sembrada en el abandono del mar.

Más allá
de las pardas
y grises palomas
que disertan estéril movimiento
y al viento tocan
con su frágil cuerpo
hendiendo el ala
el pico y la cola.

En vano se disputan candorosas
difunta presa
que su sed reclama
y con ojo que avizora
la distancia
irrumpen al azar el vuelo.

Aves de surcar ligero
de sueños parásitos del aire
ignoran que el cálido reposo
se lo deben al color de su plumaje.

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miércoles, 4 de mayo de 2022

Dasha Antiques


 Fragmento de la novela “Las puertas del tiempo” 

Salía de su oficina cuando sonó el teléfono. Alcanzó a tomar la llamada.

-Holaaa

-¿Susan Lee?  

-Si ¿quién llama?

-Dasha Ivanovic… de Dasha Antiques.

-Mujer que sorpresa, hace más de un año que no sé de ti.

-Necesito verte, tienes algo que me interesa.

-Qué raro… sólo cuando necesitas algo me llamas.  

-No seas dura, he estado viajando y con mucho trabajo. ¿Cuándo podemos vernos? ¿Podría ser hoy?

-Si me invitas a comer, podemos vernos al rato ¿en el Ukrop está bien?

-Hecho -dijo Dasha y colgó

En plena temporada de deshielo, las gotas de escarcha fundida que caían de las ramas de los árboles formaban un llamativo espectáculo en las márgenes del río Connecticut. Salió de la carretera lateral del afluente para tomar la 99 South hasta el entronque con la 91 North. Dio la vuelta en el retorno y se estacionó frente al restaurante. Entró al establecimiento, Dasha aún no había llegado, nada extraordinario en ella, siempre extravagante y desesperadamente impuntual. Pero a una prima lejana, poseedora de un insondable y recóndito tesoro del conocimiento oculto, nada se le podía negar.   

Grigori Ivanovic, bisabuelo de Dasha se había afincado en Rocky Hill a principios del año l800. Procedente de una provincia croata llamada Rijeka, pisó tierras norteamericanas acompañado de cuatro enormes baúles, que contenían, según él, la sabiduría de todos los tiempos. Vecino de Austin Lee, pronto iniciaron una fuerte amistad que terminaría con el tiempo en lazos familiares. El croata se casó con una hermana de Lee con la cual tuvo varios hijos, nietos y bisnietos. De ese linaje era Dasha. Grigori, apuesto, alto, de ojos claros y rubio, no tardó en hacerse de cierta jerarquía en la localidad. Su don de palabra y su elocuente persuasión fueron determinantes sobre la voluntad de su cuñado, con quién habría de fundar en 1839 una sociedad secreta llamada “PI”. 

Susan vio el reloj en el momento en que Dasha entraba como un sol, iluminando a su paso a todo aquel que podía percibir su encantadora sonrisa. Durante la comida el tema fue superficial, ambas mujeres se limitaron a disfrutar la ocasión después de tanto tiempo sin verse. Mientras esperaban al camarero con la cuenta, la rusa, apodo que bien le caracterizaba, le dijo a su prima –la siguiente parada es en mi casa. Ambas se enfilaron a una zona residencial que tenía acceso por una estrecha carretera, donde la espesura tupida del bosque creaba bajo el solitario camino, una perfecta bóveda vegetal de un hermoso colorido y tupido follaje. La residencia de tres pisos, rodeada de jardines, terrazas y una singular piscina en forma de trébol, era la clara imagen del imperio que la familia Ivanovic, había cimentado desde sus inicios. 

Susan respiraba complacida el aire señorial de la residencia, estupendo mobiliario, gran cantidad de antigüedades y obras de arte –recuerdos de viajes. –decía su prima que poco le faltaba para afirmar sin exageración, que no había rincón en la Tierra, que sus ojos no hubiesen admirado. Se instalaron en una confortable salita, un genuino Jacob Marrell adornaba la pared sobre la chimenea. La pintura parecía exhalar el aroma de las flores enmarcando un estrecho vínculo visual, con el brocado de los muebles que simulaba rosas de pétalos tersos y suaves. Con refinada destreza, Dasha encendió un cigarrillo encajado en una larga boquilla de marfil tallada con motivos geométricos de nudos celtas. Sin preámbulos dijo después de arrojar el humo de una intensa bocanada –necesito el tercer volumen de la colección de dibujos de Otto Presl. Sé que lo tienes… -continuó, -mi abuelo se lo regaló a tu padre y yo lo necesito ahora. 

-¡Vale una fortuna! -Exclamó Susan

-La colección vale una fortuna, yo tengo la colección, tú sólo tienes el tercer volumen.

-Eso te va a costar mucho dinero.

-No tengo dinero, es por eso que me urge vender la colección.

-¿Y con qué piensas pagarme?

-Posiblemente yo tengo algo que tú necesitas.

Susan permaneció pensativa unos minutos, levantándose del asiento -dijo. –En un momento regreso. Cuando entró de nuevo a la salita, a punto de entregarle a su prima una carpeta que había sacado de la guantera de su vehículo, titubeó. Demasiado tarde, su prima jalaba con fuerza el documento. -¿Qué tenemos aquí? –decía la rusa abriendo con parsimonia un sobre donde se veía en su interior, solamente una fotografía… 

…Dasha vio con evidente curiosidad el interior del sobre que contenía la fotografía. Saboreando el momento que intuyo de gran importancia, agitó los delicados dedos de su mano derecha, y sin apremio, sustrajo con el índice y el pulgar, la enigmática imagen impresa que su prima, por un instante dudó en revelarle. La rusa vio la fotografía durante largo rato sin comentar absolutamente nada, con el entrecejo fruncido al fin dijo -¿Sabes en que lío te has metido querida prima?

-¿Por qué lo dices?

-Niña, no tienes idea.

-Déjate de perspicacias y dime que sabes al respecto.

-Bueno, por lo pronto te diré que la mujer se llama… -hizo una pausa que a Susan le pareció un siglo. -Se llama María Orsitsch, o Marija Oršić si lo prefieres, o incluso aún, más sencillo, simplemente, María Orsic.

-¿Y…?

-Bueno, no mucho –dijo la rusa que había encendido otro cigarrillo después de insertarlo en su elegante boquilla de marfil. Susan sacó de su bolso una cigarrera de plata adornada con flores de lis en oro. En el momento que la abrió, no pudo disimular el temblor acusado de sus manos. Con cierto esfuerzo sacó un gaulois sin filtro, de tabaco oscuro y fuerte aroma que de inmediato, al encenderlo, inundó toda la habitación.

-María nació en Zagreb –añadió la rusa sin apartarle la vista a la fotografía -el 31 de octubre de 1895, de padre croata y madre alemana-vienesa.

-¿Y las otras mujeres.  

-Están de espaldas, no las puedo identificar… pero muy probablemente son Traute y Sigrun. O tal vez, Traute y Heike… cualquiera de ellas. 

Susan iba a formular otra pregunta justo cuando Dasha intervino -¿De dónde sacaste la fotografía? –Es complicado –contestó la bibliotecaria.

-Pues descomplícalo, para que yo pueda entenderlo.

-Tengo un amigo… -murmuró Susan -en realidad es amigo de Hunter, compañeros del periódico. Se llama Matthew Anderson. Hacía un reportaje en Alemania para el New York Times, junto con el editorialista Raymond Moore… Matthew tomó la fotografía.

-¿Algo más que debas decirme? Inquirió la rusa en tono inflexible.

-Sí… la foto fue tomada en un desfile militar de Hitler y…

-¿Y qué?

-Y… –Susan apagó el cigarrillo, viendo de frente a su prima, le dijo –el vehículo de las mujeres no formaba parte del desfile, simplemente apareció de la nada en la fotografía.

-¿Mencionaste a Raymond Moore?

-Sí… qué hay con él?

-Por el momento no puedo decirte mucho. Sólo te adelanto que él puede estar implicado en todo esto.

-Por qué lo dices. –Se te acabó tu crédito –indicó la rusa, haciendo un guiño seguido de una leve sonrisa. La mujer se levantó con determinación del asiento encaminándose hacia una vitrina, de una ranura de doble fondo sacó una llave. Susan no le apartaba la vista a Dasha que no tardó en abrir la gaveta de un mueble del que sacó una carta. –Querida prima -dijo, sería interesante que le mostraras este documento a tu amigo, y por supuesto, no está por demás decirte, que corres peligro.

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martes, 3 de mayo de 2022

MI INEVITABLE ARRAIGO EN LA DIMENSION CREATIVA


  MI INEVITABLE ARRAIGO EN LA DIMENSION CREATIVA 

Hacía tiempo había dejado de cargar la caja de ajedrez con sus sonoras piezas de dos colores, y en el camino de mi niñez a los 12 años, previo a mi adolescencia, había desarmado varios radios de bulbos, algunas planchas equipadas con una rudimentaria resistencia, mi tocadiscos portátil de 78, 45 y 33 revoluciones, donde escuchaba una y otra vez las hermosas canciones de Edith Piaf. Por supuesto no se escaparon a mi curiosidad las licuadoras, los enchufes y cables eléctricos, las lámparas, las series de foquitos de navidad, los relojes de cuerda y sobre todo los juguetes mecánicos, que terminaban siempre arruinándome las manos, cuando intentaba colocar de nuevo el metálico muelle espiral, dentro de la sencilla maquinaria de cuerda con sus maravillosos engranes. 

Mi mente trabajaba de forma vertiginosa pensando en la posibilidad de poder inventar algo, pero en aquella época paralizada en una zona de confort, donde se suponía que todas las cosas del mundo ya se habían inventado, no tenía muchas esperanzas de que alguna brillante idea pasara por mi cabeza. Así que en calidad “de mientras” me di a la tarea de leer, escribir y pintar. 

Los primeros libros que leí los encontré también en el librero de mi casa. Lo recuerdo con certeza, la trilogía del escritor francés Jean Paul Sartre. “Los Caminos de la Libertad” de la que sólo leí: “La Edad de la Razón”. Pero fue en realidad, un bellísimo libro que destacaba por su tamaño en el librero, el que me cautivó enormemente. Una magnífica biografía ilustrada de Leonardo Da Vinci 


Leonardo Da Vinci

Después de hojear con especial fascinación el libro, me di a la tarea de copiar el rostro enigmático del genial artista, filósofo, escritor, científico y otros tantos conocimientos en sus haberes, que merecidamente le otorgaron el auténtico título de polímata. Sobre papel fabriano y con un lápiz color sepia, tracé el misterioso semblante del hombre que sería un parteaguas en mi vida a partir de ese momento. 

Prácticamente copié todas las ilustraciones del libro. En la noche soñaba con algunas de las imágenes y me perdía en un mundo de fantasía, cuando cobraban vida los engranes y se activaba el mecanismo de poleas que giraban hasta la eternidad. Las alas de los aviones eran como libélulas de papel que parecían estrellarse en los molinos de viento, y justo, en el instante previo al impacto, una bailarina sujetaba con una cuerda a un insecto mecánico, lo apretujaba entre sus manos y lo doblaba una y otra vez, hasta convertirlo en un pequeño pedacito, que introducía en su boca y al instante comenzaba a bailar, al ritmo de la melodía “Canción de Cuna” de Johannes Brahms. 

Durante algún tiempo me inquietó el significado de los símbolos y los misteriosos textos de Da Vinci, pero esto no tenía tanta importancia frente a las hermosas composiciones de los gráficos, me era más que suficiente admirarlos por su belleza descriptiva y su enigmático contenido. Cuando no hubo más material que copiar, inicié mis propios bocetos. Predominaban los extraños aparatos que no servían para nada, pero igual estaban llenos de minuciosas indicaciones, acompañadas de muchos números y símbolos incomprensibles que había visto en los dibujos de Leonardo Da Vinci. 

Unas semanas después iniciaron mis vacaciones escolares. Como mi papá era librero, por esas fechas solía llevarme a la editorial. Presentía, como siempre me ha ocurrido cuando voy a tener un evento favorable, que ese día me estaba esperando una gran sorpresa. Recuerdo que siempre antes de entrar en la librería, me quedaba en la calle observando con cierta curiosidad cada uno de los dos enormes escaparates. No tardé en descubrir el libro que me estaba esperando. Era un compendio de la Historia de las Matemáticas editado en dos tomos bellamente encuadernados, en color vino oscuro. Minutos después me encontraba sentada en la enorme sala de juntas, rodeada de una pequeña pero importante colección de pinturas y un suave aroma embriagador, que seguramente emitían los muebles de caoba lustrados con sumo esmero.   

Durante más de un mes tuve oportunidad de hojear los libros y tomar apuntes, y por supuesto copiar a lápiz una gran cantidad de ilustraciones muy esquemáticas. En pocos días mi carpeta de “Apuntes Importantes” como la había titulado, estaba llena de nombres de ilustres matemáticos que habrían de acompañarme durante muchos años de mi vida. Así aprendí a admirar a Pitágoras, Platón, Euclides etc. A esa edad en que las niñas casi adolescentes jugaban a las muñecas, yo devoraba los libros que me transportaban al mundo de las ideas de la antigüedad, inundados de reflexiones rigurosas, como los conceptos de Herodoto que asumía que el conocimiento de las matemáticas “era la suma y la síntesis de las Enseñanzas Secretas sobre el Hombre y la Naturaleza” 

En esa época también conocí los números racionales al contemplar un dibujo del “Ojo de Horus” Un poderoso amuleto mágico del antiguo Egipto, representado como símbolo solar que encarnaba el orden, lo imperturbable y el estado perfecto. Observé durante horas los rasgos donde estaban acotadas las respectivas fracciones, y como ciertamente no entendía ninguna de esas imágenes ni palabras, más volaba mi imaginación que se iba desbocando en dibujos extraños que para mí, eran lo suficientemente comprensibles.



Números racionales en el “Ojo de Horus”.

Los números figurados Pitagóricos me inquietaron durante mucho tiempo en mi niñez y mi adolescencia. El suficiente para suponer que todas las cosas podían ser representadas por números.



Números figurados pitagóricos.

Pasó cierto tiempo para que pudiera asimilar la visión fundamental de Pitágoras, que asumía el universo como un cosmos, como un todo ordenado armoniosamente, cuando razonaba que el destino del hombre consistía en considerarse a sí mismo, como una pieza de este cosmos donde debía descubrir su propio lugar, manteniendo la debida armonía, de acuerdo con el orden natural de las cosas. 

Y como todo era número, según lo había entendido en aquel tiempo, me di a la tarea de discurrir una figura que me permitiera en primer lugar, hacer la secuencia numérica del 1 al infinito. Y digo al infinito, porque esa era una palabra nueva para mí, y además tenía un símbolo muy bonito que yo solía poner en la mayoría de mis dibujos. Aunque no entendía mucho su significado, supuse que el infinito sería siempre cualquier número X+1. Al menos me funcionaba muy bien cuando jugaba con mi mejor amigo imaginario, al juego de quién decía: -el número más grande- yo siempre decía: el número que tú digas más uno. Lo cierto es que en ese tiempo yo estaba muy lejos de imaginar que existían números inconcebiblemente grandes como el número Pi, que no tardó en aparecer en la incansable curiosidad de mi infantil existencia. 

En la búsqueda de una figura que representara una secuencia numérica, lo primero que hice fue trazar círculos concéntricos, después de esto pensé, que me llegaría de inmediato una idea con la imagen de la secuencia de los números, pero no ocurrió así de fácil. Los círculos concéntricos no tenían puntos de referencia, esquinas o vértices, como los cuadrados o los triángulos. Entonces yo me preguntaba, tumbada en el piso donde tenía una caja de colores y mi inseparable libreta: ¿En dónde pondré marcas para que pueda dar forma a la serie de los números naturales? Lo primero que se me ocurrió fue poner un punto rojo en cualquier lugar de cada círculo, pero esto no resolvía el problema, así que me valí de un artificio, aunque bastante sencillo, también muy práctico. Tracé una recta uniendo todos los círculos y en cada intersección puse un punto rojo.



Mi secuencia numérica.

El arreglo de la figura A no me convenció del todo porque sentí que carecía de continuidad, sentí como que se estancaba y eso no era lo que yo estaba buscando. Pasaron algunos días, era domingo y en casa habían preparado por primera vez caracoles horneados en salsa con mantequilla. Platillo que hasta la fecha me encanta. Cuando terminamos de comer recogí de los platos las conchas de los caracoles, los lavé muy bien y los guardé en una caja. Más tarde volví a mi dibujo de círculos concéntricos. Observaba detenidamente la perfecta concha de un caracol, cuando se me ocurrió hacer el dibujo B, tal cual se ve en la figura. Me puse muy contenta porque pensé que había avanzado algo, no mucho, pero al menos me quedaba muy claro que con este nuevo trazo, se justificaba el crecimiento de los números naturales hasta el infinito. 

Como siempre he sido “colorista”, es decir, me encanta llenar de color algunos espacios de mis dibujos, iluminé de azul algunos segmentos del dibujo B, después de iluminarlo, descubrí que de esta manera el dibujo C se parecía más a la concha de un caracol. Se había hecho tarde, así que guardé la caja de los caracoles, los colores y mi libreta en un rincón del clóset como siempre solía hacerlo, y me dispuse tranquilamente a dormir. 

No puedo decir que esa noche tuve el mejor sueño de mi vida, pero sí uno de los mejores. Soñé que me encontraba sentada en el centro del caracol que había dibujado. Estaba jugando a la matatena, (jacks) y ya próxima a tomar las diez piezas metálicas de un solo golpe, perdí el control de la pelota que se fue rodando por las escaleras hasta llegar a una puerta donde se encontraba un simpático arlequín, sosteniendo un cartel con el número 1. Me sorprendió mucho la presencia de un postigo en ese lugar, porque en mi dibujo yo no había cerrado el acceso en ninguno de los diferentes niveles del caracol. 

Me disponía a tomar la manija y abrir la puerta, cuando se me adelantó el personaje de rombos y nariz respingona, quien de un solo brinco bajó al siguiente postigo del caracol. Descendí con cierta curiosidad y cuando vi la siguiente puerta, estaba frente a ella el mismo personaje sosteniendo entre sus manos enguantadas el número 2. Ambos continuamos bajando y abriendo puertas hasta que me cansé de bajar tantas veces, en cambio el singular polichinela (eso me pareció, porque cada vez estaba más jorobado y barrigudo) me retaba a seguirle, mostrándome infinidad de números. Aturdida y cansada, me detuve un instante cuando escuché un sonido apagado como un: tan… tan… tan, me di vuelta y vi la pelota que venía bajando por las escaleras. La atrapé en un abrir y cerrar de ojos, justo en el momento en que me desperté. 

Pasaron algunos días cuando volví a retomar los dibujos del caracol, me sentía satisfecha con la figura que había trazado para la secuencia de los números naturales, porque estaba convencida de que nada podía evitar que crecieran hasta el infinito, pero no tardó en surgirme un nuevo dilema. Me había prometido hacer un diseño para los números figurados, y sin lugar a duda, partiría del círculo, porque en ese tiempo, las figuras regulares que mejor conocía eran el cuadrado, el triángulo y el círculo. Así que sin demora me di ese mismo día a la tarea. Los números figurados circulares me parecieron interesantes porque tenían simetría radial. De eso estaba segura, presentaban un punto en el centro y se iban desplazando hacia afuera mediante circunferencias concéntricas, en las que se incluía siempre, la figura del número anterior. El problema era que en aquel tiempo -y confieso que también ahora- me costaba trabajo calcular la distancia entre las circunferencias, de modo qué al representar el siguiente número, se incluyeran cómodamente los nuevos caracteres. En tal caso, supuse que la misma “naturaleza” se encargaría de solucionar ese pequeño problema.



Mis números figurados circulares

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domingo, 1 de mayo de 2022

Fragmento del libro "Hacia la creatividad cuántica"


PRELUDIO 

Inmersos en el acto creativo nos olvidamos del contexto formal que lo define. Una actitud personal se apodera del instante mismo de la creación, una nueva forma de enfocar la realidad surge aparentemente de la nada y nos descubrimos de pronto, sumergidos en una idea, en una manifestación mental, que nos impulsa a la realización tangible del pensamiento efímero que nos ha sorprendido, sin ni siquiera nosotros tener conciencia de que lo hemos convocado, en un sorpresivo momento de introspección. 

I.- LA CREACIÓN DE LA MENTE 

1.- LOS CAMINOS DE LA IMAGINACIÓN 

Hace algunos años solía recostarme entre los almohadones de mi cama, en una relajada y pensativa posición, hasta que alguno de mis hijos preguntaba: ¿Qué haces mamá? Yo le respondía: ¡Nada! ¡Pues haz algo! ¿No? 

Pensar puede parecer en principio, no hacer nada. Pero creo que ese no hacer nada, es la parte más asombrosa, fantástica y comprometida de la creación. Ese momento de recogimiento en la soledad, que es tan sólo un destello en la abstracción de una idea, con el tiempo deberá cobrar vida, ardua y pacientemente, a través del trabajo auténtico y mental, que materialice el pensamiento fugaz que nos atrapó en un instante. 

Desde niña me subyugó esa sensación de hacer algo, que sólo transcurría en la intimidad de mis pensamientos. Así adquirí la facultad de ver, sentir, tocar y disfrutar los objetos que cobraban presencia física ante mí. De tal modo yo podía observarlos detenidamente, girarlos, moverlos e incluso desarmarlos, hasta convertirlos en pequeñas partes de un todo, que yo barajaba hábilmente como un asombroso rompecabezas. 

La idea del ajedrez topológico (del que hablaré más adelante) fue sólo el resultado de una serie de experiencias, que fueron madurando a través del tiempo. Antes aparecieron ante mí las imágenes del “Módulo 16”. Imágenes que se diluían frente a la visión de mis pensamientos, para convertirse velozmente en otra cosa, que al principio mi cerebro tardaba en procesar. Una serie de señales en un lenguaje que recién descubría, se instaló en mi mente, mostrándome el mundo maravilloso de las “Transformaciones” 

Así comencé a explorar espacios que sólo habitaban en mis pensamientos, los que con el tiempo me llegaron a ser tan familiares, que a veces perdía contacto con la realidad. De tal modo, desarrollé un pensamiento estratégico, siempre alerta para recibir cualquier desafío futuro, que de forma intempestiva pudiera presentarse. Las oportunidades con rostro de ideas son fugaces y efímeras, y las tiene uno que tomar casi siempre al vuelo. 

Esas imágenes etéreas de mi pensamiento, mi memoria las capturaba como el clic fotográfico de un breve instante, tan sólo el tiempo justo, para tomar rápidos apuntes que me permitirían después, elaborar el análisis de la información que se había presentado sin previo aviso. De alguna manera, las imágenes siempre venían acompañadas con una buena dosis de certeza, de que algo importante se ocultaba detrás de ellas. 

Pero la idea intangible es perecedera, el pensamiento tiene que encontrar un medio de expresión, que le permita comunicar dicho concepto a los demás seres humanos, para que esa imagen mental, contenida en una breve ensoñación, pueda realmente existir. Es entonces el momento de estructurar una acción que deambule por el andamiaje intelectual, para reproducirlo a través de conceptos y razonamientos, que puedan ser percibidos a través de los cinco sentidos, de quienes contemplen la recreación intrínseca de la imaginación. 

Siempre me he preguntado: ¿De dónde surgen las ideas que me acechan con tan vívida intensidad? Nunca lo he sabido, pero considero que la respuesta es irrelevante, ya que con el tiempo me he acostumbrado a vivir con esta singular manifestación. Además, muy probablemente, a todas las personas en algún momento de su vida, les ha invadido este tipo de representaciones, anidándose en sus propios pensamientos. Lo importante de la parte sorpresiva de una idea, es que tiene que florecer y cobrar vida bajo un proceso racional, que nos permita conocer, comprender, juzgar y razonar la estructura del pensamiento, y su función en el plano del espacio real. 

Las ideas tal vez sean producto de la motivación de cierta actitud cotidiana, que está presente en nuestro carácter o temperamento, que se ha forjado desde el momento mismo de nuestra existencia. Sea cual fuere su origen, las ideas que se han instalado en mi pensamiento, le han dado un sentido fundamental a mi vida. 

2.- UNA PARTIDA DE AJEDREZ EN EL PARQUE 

Mi primer contacto con el ajedrez fue a la edad de cuatro años. Mi madre, en compañía de una amiga y su hijo, nos había llevado a mi hermano y a mí, a dar un paseo por los jardines de la alameda, en la colonia Santa María la Ribera, ubicada en una zona de gran tradición y valor arquitectónico de la ciudad de México. Ellas se habían sentado en una banca mientras Alex y Memo jugaban un juego ya olvidado de canicas. Yo observé a corta distancia, a un par de personas que se encontraban enfrascadas, en una situación que me pareció completamente incomprensible. 

Me aproximé a ellos, a pesar de las advertencias de mi madre de “no molestes a los señores”, aunque puedo asegurar que mi presencia pasó totalmente desapercibida. Ambos personajes, completamente abstraídos, permanecían inmóviles de tanto en tanto, hasta que alguno de ellos tomaba con su mano alguna pieza y la movía de lugar, colocándola nuevamente sobre la base de madera, originando un certero y peculiar sonido que hasta el día de hoy no he podido olvidar. 

Pensé que tal vez de eso se trataba, me pareció un juego de sonidos donde cada pieza retumbaba con cierta sonoridad, según la fuerza que le imprimía cada jugador. Algo de eso debía ser cierto, porque supuse que las piezas de sonidos débiles iban perdiendo la batalla, y debían salir del recuadro que las contenía. Sorpresivamente uno de los jugadores movió una pieza, gesticuló una extraña sonrisa y dijo: “jaque mate”. El otro personaje se quedó tan desconcertado como yo. Acto seguido, todas las piezas fueron retiradas de la base, que en un cerrar y abrir de ojos, se convirtió en una caja donde fueron a parar todas las piezas haciendo un enorme estrépito. 

Pasaron varios días, cuando descubrí en el librero de mi casa una caja igual a la que había visto en el parque. Me trepé a una silla, y con gran alegría me apoderé de ella. Me gustaba deambular por el pequeño departamento con la caja bajo el brazo. El ruido que hacían las piezas en su interior me fascinaba. Ocasionalmente colocaba las piezas sobre la superficie reticulada de dos colores y las movía golpeando con fuerza el tablero. La felpa verde bajo las piezas creaba un sonido seco y profundo, que me permitía según su intensidad, determinar que pieza daría el “jaque mate”. 

Mi ingenua imaginación infantil, empezaba a dar origen a mi pertinaz capacidad creativa. No serían los juegos los que me atraparían inevitablemente, sino la creación de ellos. Algo que me favoreció en dicha empresa, fue mi carácter solitario, de tal modo podía compartir con mis amigos imaginarios muchas de las ideas, que a temprana edad fueron poblando mis rudimentarios pensamientos. 

3.- LA SABIDURÍA DE LOS JUEGOS MILENARIOS 

Todo juego que se respete tiene sus reglas. Desde hace más de mil doscientos años ya lo sabían los creadores del Chaturanga (fig. 1) antiguo juego originario de la India, antecesor directo del Shatranj, que en línea directa, ambos debieron dar origen al ajedrez. Cuenta el poeta persa Firdusi, en su obra “Libro de los Reyes”, que el juego se originó a raíz de una polémica surgida tras una guerra de sucesión entre dos hermanos. Para resolver dicho conflicto, se reprodujo la batalla colocando en el suelo escaques de madera teca y marfil. Una serie de estatuillas que representaban al rey y su corte, se colocaron ordenadamente sobre el espacio figurado de la contienda. De tal modo, la infantería, la caballería, los elefantes y los carruajes, tendrían una función específica y determinada, para actuar en el terreno que representaba la guerra sobre el tablero. 

Figura 1. Juego milenario Chaturanga.

Esta bien elaborada estrategia de representación esquemática de hechos reales, dio desde la antigüedad, origen a los modelos de simulación qué con el tiempo, han resultado indispensables para entender el comportamiento de algún fenómeno o suceso, de variable grado de complejidad. 

El Chaturanga, que con el pasar de los años se convirtió en un juego, es ciertamente un prototipo para experimentar de forma aparentemente sencilla, cierto tipo de comportamiento, en donde las relaciones matemáticas y lógicas, están implícitas en el modelo que representa un evento estratégico real.

Entre los juegos más antiguos del mundo, el “Go” (fig. 2) originario de China con una antigüedad de más de tres o cuatro mil años, representaba el modelo de una sociedad cuyos conflictos territoriales, generaban frecuentes enfrentamientos bélicos. Algunas teorías sugieren que este juego fue inventado por generales y jefes del ejército chino, quienes usaban piedras para señalar las posiciones de ataque en los mapas. 

 


 Figura 2. “Go” Juego originario de China. 

Otra teoría sugiere que el Go, se originó cuando un grupo de astrólogos dibujaron estrellas con coordenadas celestiales sobre la tierra, (una tabla) en la que colocaron piedras para alinear las estrellas, construyendo así, un rudimentario mapa celeste. Dicho alineamiento permitía interpretar y predecir el futuro. Cuentan que al terminar una partida de Go, el intérprete podía leer el oráculo de los jugadores, según las posiciones que habían ocupado en el tablero. 

Lo cierto es que, con el tiempo, este juego fue considerado en China una de las Cuatro Artes Tradicionales, y hoy en día se celebran importantes torneos a nivel mundial. A diferencia del ajedrez, en el Go, al inicio del juego el tablero se encuentra completamente vacío y cada jugador pone una ficha por turno. Las fichas se van colocando en las intersecciones del tablero y empiezan siempre las negras. Las sencillas reglas para jugar al Go, harían suponer que es un juego bastante fácil, sin embargo, es un juego que exige una enorme habilidad mental y una elaborada maestría de profundo pensamiento y aguda inteligencia. Hay que mantenerse alerta a lo largo de todo el juego, incluso se ha llegado a considerar actualmente, uno de los juegos de estrategia más difíciles y competitivos del mundo. 

En ambos juegos, en el ajedrez y el Go se encierran milenios de sabiduría. Conocimiento que se originó en los albores de la historia de la humanidad, y no deja de sorprender en el presente, la capacidad de lógica e inventiva que tuvieron sus creadores, para estructurar todo el contexto indispensable en la elaboración de un modelo matemático, en perfecto equilibrio entre Juego, Arte y Ciencia.

Tres valores que sin dudarlo trataría de tomar siempre en cuenta en la creación de todos mis juegos. Ese perfecto equilibrio fue la condicionante que me motivó a lo largo del tiempo, durante el desarrollo del diseño, la estrategia y la lógica de los acertijos o enigmas, que constituían propiamente el fundamento de cada una de mis lúdicas ideas.

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