jueves, 28 de abril de 2022

Fragmento de la novela Las puertas del tiempo - 2

 

En el café-bar-restaurante

Los asistentes puntuales esperaban que Susan, hermana de Hunter y bibliotecaria del café-bar-restaurante, abriera las puertas del establecimiento. Los lunes no se trabajaba al público, en cambio, el personal realizaba tareas de limpieza y clasificaba el ingreso de los nuevos libros adquiridos bajo el riguroso intercambio de ejemplares. Matthew, Raymond, Hunter y su hermana, pasaron directo al comedor de empleados, ahí les sirvieron el único menú que habían preparado para ese día. Después de una breve sobremesa bajaron al sótano donde se encontraba el salón de juntas del establecimiento y la biblioteca de libros y documentos clasificados como “no intercambiables”, el lugar se encontraba equipado con medidores automáticos para el control de iluminación, temperatura y humedad. Varias mesas de trabajo les permitió extender papeles, documentos y fotografías que habían seleccionado para esa ocasión. Susan vio por vez primera las imágenes del desfile, las pegaron sobre una pizarra que se extendía a lo largo de la pared. Se sentó a una distancia prudente frente a las fotografías, que analizó con excesiva atención sin comentar absolutamente nada.

Hasta ese momento sus especulaciones apuntaban a ciertos trabajos de investigación de Nikola Tesla y Albert Einstein, ambos a su manera, tenían una estrecha relación con la Alemania de Hitler, y ambos también a su manera, se habían comprometido con proyectos relativos a la “trasmisión de la materia a través del espacio tiempo”. Nikola Tesla lo había mencionado en varias ocasiones y lo había enfatizado de forma muy elocuente durante algunas de sus históricas entrevistas. Tema que relató refiriéndose a un artículo en particular de la revista “Immortality”, realizada en el laboratorio de Tesla en Colorado Springs en 1899. Hunter acaparaba la atención de todos mencionando unos fragmentos que había copiado de la histórica entrevista.

“Lo que se considera como espacio vacío es solo una manifestación de la materia que no está despierta. No hay espacio vacío en este planeta, ni en el Universo…” La materia es una expresión de infinitas formas de la luz, porque la energía es más vieja que ella.

Lee enfatizaba las palabras de Tesla, en relación al “espacio vacío” y la manifestación de la materia como una expresión de infinitas formas de luz. La voz lejana del científico, parecía anidar en los muros del subsuelo donde los sonidos reverberaban con sus ecos, como si se pudieran atrapar las palabras en los resquicios vacíos para colmarlos de ideas. Ya en otra ocasión, Tesla se había referido a un aparato que extrae la energía radiante del continuo espacio-tiempo. La energía radiante, según afirmó Nikola Tesla, es la que predomina en el Universo. En relación a este fantástico relato, era posible viajar a lugares sorprendentes utilizando el mecanismo de la teletransportación.     

Raymond movió la cabeza, comenzaba a desesperarse. Nada parecía tener sentido. Finalmente dijo con voz demandante -yo sólo quiero saber cómo llegó esa fotografía a la cámara de Matthew. Con evidente sorpresa, todos se encogieron de hombros. Ante el desconcierto de los presentes, Ray se disculpó, ya más calmado dijo –Me inclino más por los descubrimientos de Einstein- tomó uno de los documentos que Susan había seleccionado para la reunión. -Invisibilidad amigos, ese es el punto, invisibilidad repitió enfatizando con lentitud cada una de las sílabas.

Me parece que estamos en un callejón sin salida –intervino Matthew- La paradoja de Einstein-Podolsky-Rosen, es sólo un experimento mental. El artículo es claro, habla explícitamente del carácter relativo del tiempo, medido por distintos observadores en diferentes estados de movimiento, lo que implica que no puede existir una asignación objetiva del instante de tiempo a todos los eventos que sea válida para todos los observadores a la vez. Susan temió preguntar, y casi titubeando dijo - están seguros de no haber visto el cuarto vehículo. –Completamente, dijo Ray. -Nunca hubo un cuarto vehículo agregó el fotógrafo.

-Voto por el plan B -dijo Hunter –estamos dando vueltas en círculo, así podemos especular hasta el infinito, esto no nos conduce a nada. Propongo que entrevistemos a ambos científicos. Nos presentaremos como reporteros del New York Times, a fin de cuentas los tres trabajamos ahí -guiñó el ojo- en efecto, “Book” era el autor de la tira cómica “Todos al Ataque”, cuyo protagonista Lucas, un simpático investigador privado, mantenía siempre a la expectativa a todos sus asiduos lectores de la sección editorial que aparecía los domingos. Hunter, además colaboraba con un puzzle de palabras cruzadas que se publicaba todos los días.

Susan había salido para organizar la comida, no tardó en regresar con una revista entre sus manos. -Me la acaba de entregar un niño, el chiquillo dijo que no podía volver mañana y no solicitó a cambio ningún libro. La portada tenía un dibujo a mano, colorido, a simple vista parecía representar un símbolo extraño. Las diez y seis páginas de su interior estaban en blanco, a no ser por un dibujo abstracto que alguien había trazado dentro de un pequeño rectángulo…

…Al concluir la jornada del día, cuando los empleados del café-bar-restaurante se habían ido, Susan bajó al sótano, había pasado una semana y los papeles sobre las mesas de trabajo aún permanecían ahí. En

realidad no le preocupaba mucho el no haberlos guardado, porque ella era la única que tenía acceso al depósito de documentos y libros del sótano, que por su peculiar contenido, eran clasificados como inestimables y a veces significativamente valiosos. Mientras hacía un poco de orden y teniendo frente a sí, las fotografías del desfile de Hitler en Berlín, le asaltó una idea bochornosa. -¿Y si Matthew nos estuviera gastando la más imperdonable de las bromas? A fin de cuentas, él era un experto en fotografía, un innovador de técnicas de vanguardia, asiduo expositor en la galería “Little Glint” de New York, donde solía en tiempos mejores reunirse con artistas e intelectuales dedicados al arte y a la investigación teórica de la imagen fotográfica. Incluso en la última exhibición de su obra “Neon and Gas” había sido objeto de una histórica polémica, suscitada a raíz de un acérrimo debate entre sus críticos más conservadores.

Susan Se aproximó al vehículo de las mujeres, sin duda una buena fotografía, más aún por el efecto sombrío que generaba el largo cabello suelto, como si ocultara de manera etérea las figuras humanas que se veían nítidas al fondo. Una estela bastante común a no ser por una ráfaga de aire natural que tuvo que ocurrir justo en ese mismo instante, tan intensa como para lograr agitarles a las damas la melena de esa manera. La bibliotecaria pensó que tal vez, el vehículo iba demasiado rápido, idea que descartó al instante, a menos que, discurrió de pronto, Matthew haya tomado la fotografía en otro lugar y hábilmente creado el montaje. Tampoco esa era una buena idea, la secuencia de los negativos no dejaba lugar a dudas la autenticidad de la misteriosa imagen.

Sin más, comenzaba a organizar los archivos que había seleccionado ese día, cuando vio la advenediza revista –pensó -Seguro un autor anónimo que busca notoriedad. Aunque la portada sin ser profesional era seductora, atrayente. El símbolo extraño que creyó ver en esa oportunidad, ahora le parecía como una secuencia de dos objetos que flotaban en el aire tras una explosión. El título y probablemente un subtítulo eran ilegibles, no por una mala caligrafía, sino por los símbolos, parecían ideogramas antiguos. Hojeó nuevamente las páginas que estaban sin numerar, justo en la que correspondía al número catorce, estaba la imagen de un impreciso dibujo enmarcado en un rectángulo. Su olfato de bibliotecaria y su poderosa sensibilidad la motivaron a guardar el cuadernillo en una gaveta bajo llave, en la sección de obras anónimas sin clasificar.   

Archivó todos los documentos, antes de apagar la luz centró su vista sobre el rostro enigmático de la mujer. En ese momento reflexionó, si no todo ese embrollo era producto de la caótica mente de Hitler. -Tal vez todo esto tiene que ver con Hitler –pensó. Después de revisar los controles de seguridad, apagó la luz, cerró con llave la puerta. Al salir del establecimiento, se dio cuenta que había luna llena y que el cielo iluminado, creaba sombras que se agitaban en el suelo, cuando el viento movía calmadamente la espesura ocre del follaje.

Matthew había vuelto a tener problemas nerviosos, eso decían sus médicos. Frecuentes dolores de cabeza acompañados ocasionalmente de vértigo y trastornos visuales lo habían mantenido durante varios días recluido en su habitación. El poco éxito de las entrevistas planeadas con gran detalle, influyeron en cierta medida a su abulia y desinterés por el asunto de la fotografía, en realidad ya no quería saber nada al respecto. El día programado para la reunión con Albert Einstein, su ayudante, un joven húngaro, le había entregado a Raymond Moore, justo treinta minutos antes del encuentro, una serie de preguntas que los reporteros del New York Times solamente debían formular. El ataque de Einstein a la teoría cuántica nunca había sido rebatido por el científico satisfactoriamente, así que el investigador aprovechó la oportunidad, para exponer con amplitud su preocupación y su posición determinante, de unificar los fenómenos luminosos y gravitatorios, en una sola teoría.

En tal caso, el artículo fue bastante bien recibido en el periódico. En cuanto a Nikola Tesla, todo resultó infame, para ellos y para el mismo científico que el día anterior había cancelado la entrevista. Habían sustraído de su habitación del hotel New Yorker de Manhattan, una cantidad importante de documentos y cajas con valiosa información. En medio de las engorrosas investigaciones sobre el inventario de la obra intelectual del científico que había sido robada, cualquier intento de hablar con Nikola Tesla resultaba completamente infructuoso. 

Novela "Las Puertas del tiempo" de venta en Amazon

martes, 26 de abril de 2022

Fragmento de la novela Universo Antrópico


 

LA CAVERNA DE LOS RASCACIELOS 

Era la segunda vez que Ralph-Fulgor escuchaba el canto de los pájaros a media noche. El científico había alterado la frecuencia de onda para crear una interferencia en el sistema de rastreo, y eso ocasionaba una serie de disturbios un tanto caóticos pero sin mayor importancia en el interior del galpón. Disponía de poco tiempo. El túnel entraría en cambio de Módulo en unos minutos, tiempo suficiente para transportarse a un sector abandonado en la región de los Terrenios-Fi. Sentado frente a la consola, su ente cibernético Ralph-Corpo, ajustó las funciones de dispersión electromagnética e inició el proceso de desintegración. 

La estancia se estremeció al ritmo de las luces intermitentes mientras la cámara de controles parpadeaba frente al cuerpo del robot humanoide. El ente anatómico era una copia que seguía al pie de la letra las instrucciones de su centro cibernético. Tras el estruendo del acelerador de imagen, el silencio se imprimió como una huella en los paneles transparentes que proyectaban la energía del espectro de Ralph-Fulgor, en un acelerador cuántico de fusión. El efecto estroboscópico cesó cuando el bloque de energía en movimiento desapareció del laboratorio. 

La sensación de inexistencia le era familiar a Ralph-Fulgor, ninguna de sus entidades corpóreas le resultaba del todo convincente, pero la necesidad de viajar en el espacio-tiempo de un sistema multidimensional, lo obligaba a desmaterializarse con demasiada frecuencia. Descendió en la caverna de los Rascacielos, Thoth de Niffer aún no había llegado. El edificio Chrysler permanecía intacto con sus setenta y siete pisos sorprendentemente compactados. Los trecientos diecinueve metros de altura se habían convertido en escasos cincuenta metros que se perdían en la bóveda del techo terrestre. El espectro luminoso de Ralph-Fulgor deambuló por los ruinosos vestigios de estrechas calles olvidadas, en el pasado prehistórico de una humanidad que ya nadie recordaba. 

Las sombras siniestras de los edificios enterrados en la cavidad de la tierra soportaban la corteza terrestre. Una de las metrópolis más importantes del mundo antiguo, yacía bajo los escombros de la fatídica Noche de los Fuegos. En el cielo se recrearon las auroras boreales y el efecto de ardientes nubes de plasma solar, crearon tormentas electromagnéticas de tal magnitud, que muy pocos seres vivos sobre la superficie de la tierra pudieron soportar. Al poco tiempo prácticamente la vida cesó cuando el Sol, la Luna y las estrellas se ausentaron del firmamento, en el que tantos millones de años habían brillado. 

Ralph-Fulgor emitió una intensa luz naranja, tras la cual liberó un paquete de energía llenando la penumbra de una luminiscencia que poco a poco, lo transformó en la entidad ilusoria de Ralph-Corpo. El científico materializado con la apariencia humanoide de su copia, se sentó en una banca de metal próxima a un farol que de forma misteriosa, iluminaba una plazuela rodeada de jardines. Luces titilantes escapaban por las ventanas de los edificios creando la imagen de una noche estrellada. En las proximidades de un bar, se escuchaba la tenue música de una melodía de jazz. 

Thoth de Niffer apareció junto a una fuente que dejaba correr sobre sendas planchas de mármol sus aguas cristalinas. Aunque era un anciano sempiterno, su rostro sereno y jovial le imprimía una edad indefinida. Ralph-Fulgor lo vio aproximarse, la divinidad avanzó despacio, parecía levitar en dirección del científico quién veía cómo el viento, agitaba las blancas vestiduras de aquel ser.  

UN PEQUEÑO TALUD CIRCULAR 

Kendel de Azdal era célebre por su extraordinaria sensibilidad artística, sus obras monumentales le habían permitido atesorar una larga existencia, novecientos noventa y nueve años lo atestiguaban. Había nacido a principios del milenio cuarto después de la Noche de los Fuegos en la zona Intrenia de Azdal, a una profundidad de diez mil metros bajo la corteza terrestre. Como todos los Intrenios su memoria había sido borrada. 

Los habitantes Intrenios oriundos del quinto nivel del módulo, no guardaban registros del pasado, de tal modo carecían de historia y los datos familiares no superaban a ninguna de sus propias generaciones. Tan sólo una etiqueta de origen genético al borde del útero artificial, era suficiente para establecer acaso una identidad, que a lo largo de su existencia se iba robusteciendo según las obras relevantes que hubiesen creado. En tales circunstancias, el tiempo se conjugaba siempre en presente y el futuro era la acción inmediata que les mantenía sujetos a la supervivencia en dicho sector del Sistema. 

Ese día había sido en particular muy agitado, el androide Dorkio de Yuan portavoz del Supremo Orbe, esperaba respuesta en la estancia de Concilios y Kendel de Azdal, aún se encontraba esbozando ideas en el salón de Prototipos. Con evidente prisa atravesó la franja de saturación del plasma rumbo a su encuentro, pero un ligero tropiezo lo aventuró en dirección completamente inesperada. 

En actitud vigilante y sin manifestar sorpresa se vio parado sobre una autopista solitaria anclada en medio de la nada. Caminó algunos minutos sobre la desértica calzada hasta que divisó al final del camino, un pequeño talud circular, con un acceso diáfano y rectilíneo por el cual ingresó a su interior. En el centro se erguía un pedestal de no más de un metro y sobre él, un objeto inorgánico de intensa luz cegadora. 

Atraído por aquella forma radiante se aproximó cauteloso hasta que pudo observar con claridad, un disco metálico de marcada coloración verdosa. La pieza que se sostenía en posición vertical frente a él, no era mayor a un diámetro de treinta centímetros, era cóncava y había sido a propósito arqueada. Cuando la observó con mayor atención, se pudo percatar que sobre la superficie del disco habían realizado algunas incrustaciones, que evocaban la forma del Sol y la Luna creciente. 

Además contó justo treinta estrellas y lo que parecía una nave entre dos arcos del horizonte, que de pronto comenzó a moverse alrededor de los diferentes elementos que decoraban el extraño cuerpo. De una serie de muescas en el borde del metal y en la superficie, se podían observar una gran cantidad de perforaciones por las cuales salían haces de luz, que hacían suponer que un poderoso rayo se ocultaba en la parte trasera del azófar. 

Profundamente intrigado con el objeto intentó colocarse detrás del pedestal, le inquietaba el resplandor que emergía de la parte posterior del disco. En ese instante una feroz ráfaga de viento y polvo, barrió la imagen dejando solo al descubierto el camino desértico. Inmóvil, casi paralizado, descubrió frente a sí la consola del salón de Prototipos. Aj de Arts le entregó ciertos documentos y le notificó que un comisario del Supremo Orbe, había cancelado la cita a última hora. Sintió un profundo alivio, se acomodó dejando caer su imperceptible peso sobre el mullido sillón, e inició una desaforada búsqueda en los archivos del Sistema que le permitiera entender lo que había visto. Nada, absolutamente nada, los paneles translúcidos sólo proyectaban unas letras parpadeantes con la siguiente leyenda: 

-No se han encontrado resultados para su búsqueda, asegúrese de haber escrito correctamente la información.

Universo Antrópico de venta en Amazon


domingo, 24 de abril de 2022

Fragmento de la novela Las Puertas del Tiempo


Fragmento de la novela “Las Puertas del Tiempo”

Berlín, Alemania. Abril de 1938 

Desde la habitación del hotel veía ondear los cientos de banderas que colgaban de los altos edificios a lo largo de la avenida Wilhelmstraße. Sobre el rojo intenso de la tela resaltaba la esvástica negra inscrita en un círculo blanco. La llamada Nationalflagge, había sido declarada recientemente bandera oficial de la Alemania nazi. Se asomó por la ventana, centenares de uniformados de color gris-terroso le recordaron el estado de guerra que parecía relajarse en la apacible calma del salón del bar, amenizando la mañana de los comensales con música de Wagner. 

Matthew bajó para reunirse con Raymond quién se encontraba en compañía del empresario alemán Dieter Frei. Recién partían en un convertible azul, cuando de repente se vieron atrapados en el tráfico de una multitud de coches y tranvías estacionados en el cruce de la calle. La gente salía a bocanadas de todas partes, los ocupantes de los vehículos se unían a la gran masa que se arremolinaba en la arteria principal para ver pasar a Hitler. Matthew corrió tras la multitud aferrado a su cámara fotográfica, entre tanta algarabía no escuchaba a Raymond que trataba de alcanzarlo. Le era imposible ver nada, sólo escuchaba el retumbar de las botas de un grueso destacamento. Tras de sí, vio salir a un par de individuos de un edificio, y ¡Hurra! –Pensó- habían dejado la puerta abierta. Subió las escaleras hasta el rellano de un pasillo cuya ventana daba justo sobre la avenida. Su corazón latía con sobresaltos entre el abrir y cerrar del diafragma de su cámara fotográfica. Durante unos minutos permaneció inmóvil, incrédulo, mientras veía alejarse al último batallón de las SS. En breves instantes la multitud también se retiraba y los vehículos comenzaban a circular, cuando el estallido de una bomba voló por los aires un comercio de judíos que se encontraba justo bajo sus pies. 

Connecticut, USA. 1938

Seis meses después. 

Era uno de esos días naranjas de otoño, cuando las frondas de los árboles cubren con su manto de hojas doradas, los caminos y senderos de la hermosa región de Nueva Inglaterra. Cimentada en una zona boscosa frente al río Connecticut, en las proximidades del poblado de Middletown, la casa rodeada de un jardín multicolor, era el apacible espacio en el que Matthew pasaba la mayor parte del tiempo. Había dejado las muletas semanas atrás y sólo algunas cicatrices por la intervención de la pierna izquierda, le recordaban tan lamentable suceso acontecido en el mal logrado reportaje fotográfico en Berlín. 

La fresca mañana agitaba con el viento las cortinas de la habitación, y sin ánimo de nada, veía moverse a ratos las páginas desordenadas de un periódico, que reposaba desde hacía meses sobre el escritorio de su estudio. El viento arreció y el diario junto con otros documentos, volaron hasta quedar atrapados en un rincón del salón. Con parsimonia cerró la ventana, recogió los papeles, que de nuevo sobre el escritorio permanecieron inertes, hasta que su vista se clavó en el encabezado del New York Times, que tantas veces leyera una y otra vez. “Alemania Enemigo Implacable del Pueblo Judío”. Raymond Moore, había entregado el artículo personalmente en las oficinas del diario, la nota bastante extensa, debía narrar los acontecimientos ocurridos ese día en Berlín, pero el fotógrafo no quería saber nada del asunto, incluso había pensado en renunciar a su cargo como reportero gráfico de prensa, aunque no estaba del todo convencido, por lo pronto esperaría algunos meses hasta su cabal recuperación.  

En ese estado de abulia, comenzaba a dormitar recargado en el cojín de un sillón, cuando escuchó insistente la bocina de un claxon, Matthew se asomó por la ventana y a lo lejos vio aproximarse un coche. Reconoció de inmediato a Raymond que le hacía señas desde la ventanilla derecha del vehículo, el fotógrafo salió de inmediato, apresurado se encaminó hasta la puerta del jardín para recibirlos. Mientras saludaba a su amigo, el conductor, un hombre entrado en años sacaba de su maletín un paquete. Isaac Roit, dijo Ray sin más a modo de presentación. Los tres hombres se sentaron en una mesa de la terraza, Emma, la tía de Matthew y Ethel su sobrina, quiénes los habían visto desde la ventana de una de las habitaciones, les llevaron limonada y unos pastelillos recién sacados del horno. 

Issac por conducto de Dieter Frei, le hacía llegar al fotógrafo las pertenencias que llevaba el funesto día del atentado. Matthew colocó el paquete sobre la mesa, y sin mostrar ningún sentimiento de gratitud o sorpresa inició una conversación banal sobre el estado del tiempo. Raymond intentó romper el hielo iniciando un diálogo con su acompañante, tema que no tardó en hacer eco sobre los tres personajes. Isaac Roit de origen judío, recién llegado de Alemania, había tenido en Berlín junto con su esposa Isska, un próspero negocio de alta costura de bordados y tejidos, que realizaban sobre manteles, toallas, sábanas, carpetas y todo tipo de lienzos de alta calidad. La familia Frei, de gran tradición y arraigo germánico, fue desde sus inicios uno de sus principales clientes. Dieter quién en su juventud había pasado algunas temporadas en Estados Unidos negociando sus “calculadoras mecánicas”, había hecho fortuna con las máquinas cuya firma, sus antepasados habían adquirido en 1892. El patriarca de los Frei, compró la patente del sistema Odhnerder, lo que le permitió fabricar en Alemania las máquinas llamadas "Brunksviga", a las que más tarde le fue adaptando innumerables mejoras. 

En 1930 Dieter acudió a las oficinas del New York Times, en plena época de la Gran Depresión, para incrustar un anuncio sobre sus productos que comenzaban a tambalearse frente a su acérrimo competidor, de la prestigiosa empresa Burroughs. Casualmente conoció a Raymond en un café de la Gran Manzana, donde los periodistas de diversos diarios locales y del interior, solían darse cita. Con frecuencia se reunían en el café Club-Broadway y guardarían desde entonces una estrecha amistad. Algunas anécdotas de esa época fueron el tema de conversación que distrajo a los tres hombres por un par de horas. Prometiendo reunirse nuevamente, Issac le dijo al señor Anderson que esperaba le fuera grato reencontrarse de nuevo con su cámara fotográfica. -Gracias… gracias- repitió Matthew quién advirtió hasta ese momento, su falta de interés hacia los objetos que le había hecho llegar Dieter Frei, no se molestó en preguntar a su emisario por el alemán, pues supuso que el hombre se encontraba metido en medio de una espantosa guerra, la que sin duda alguna, terminaría terriblemente mal.   

Entre los bolsillos del chaleco caqui que llevaba aquel día permanecían aún los rollos fotográficos que había adquirido antes de partir a Europa. Guardó las cajas sin abrir y separó un carrete que se disponía a revelar, lo había etiquetado con el nombre de Mary Queen. Indeciso, no le apartaba la vista a la cámara que mostraba algunas abolladuras y ligeros raspones en el fuelle, más notorios eran los rastros de suciedad e incluso algunas manchas de sangre que parecían cubrir parte del lente. Dejó a un lado el rollo y se dispuso a limpiar con exquisita parsimonia su maltratada cámara. Cuando terminó, se dio cuenta que había quedado como nueva, descubrió también que el funcionamiento no había sido dañado e incluso tomó un par de fotografías agotando así las 36 exposiciones. 

Había trabajado gran parte de la noche en el cuarto oscuro, dejó secando los negativos y volvió al día siguiente para realizar el revelado de la película. Las fotografías en blanco y negro sacudieron sus confusos recuerdos. Desconcertado y nervioso las examinó más de una vez, esbozó una recapitulación mental de los acontecimientos, reconoció las primeras fotografías que había tomado desde la ventana del hotel, recordó el ondear de las banderas y los cientos de hombres uniformados a lo largo de la avenida. Más elocuentes aún, eran las siguientes imágenes, la posición favorable desde la ventana del edificio le permitió hacer tomas excelentes de la comitiva del führer. Tres vehículos le seguían y al final de ellos, un batallón motorizado de las SS remataba el paseo de Hitler hasta la cancillería. Después de eso, solo una gran mancha oscura permaneció en su mente, hasta que, postrado en un hospital de Boston comenzó a recuperar la memoria, y poco a poco fueron sanando sus graves heridas.

Intrigado, observó con pesar, que una de las fotografías se había velado, pero al examinarla con una lupa se dio cuenta que la multitud de la acera de enfrente se apreciaba nítida, era más bien, algún extraño efecto, tal vez de iluminación que alteró el enfoque de esa fotografía. El cuarto vehículo en el cual viajaban unas mujeres, mostraba una estela borrosa, al menos eso parecía, sin embargo, le costó trabajo aceptar que el rastro lo producía la larga cabellera de las mujeres, el viento arrastraba sus cabellos creando ese efecto inusual. A pesar de sus grandes esfuerzos, no recordó en lo absoluto haber visto ningún vehículo con mujeres. Se sintió incómodo frente al temor de encontrarse de nuevo en medio de una laguna mental. Quizá era un simple olvido, todo había ocurrido tan rápido, no obstante, no podía quedarse con la duda, así que regresó al cuarto oscuro y realizó varias amplificaciones de la misma escena. 

Le pareció que una de las mujeres era una rubia de mirada insondable, el aumento de la imagen le permitió apreciar con gran detalle las perfectas facciones de la misteriosa dama. Las otras dos veían hacia la multitud del otro lado de la acera, pero ciertamente al igual que la rubia, llevaban larguísimo el cabello castaño. La enigmática situación lo había dejado sin aliento, confuso y fatigado salió a caminar un rato bajo las frondas agitadas de los arces y el aire fresco de la tarde. 

En el jardín encontró a su tía Emma charlando con unos desconocidos, el terreno aledaño, distante a tan sólo veinte o treinta metros de su propiedad, sería dinamitado. Una gigantesca roca caliza, poblada de tramo en tramo por escasos arbustos, emitía con el sol, la blancura y el brillo de los cristales de cuarzo adosados en la piedra. La inminente construcción de una residencia alejaría del paisaje el promontorio que en su infancia, el fotógrafo había escalado cientos de veces. El técnico daba los pormenores a Emma para que tomaran sus precauciones. Matthew insistió con los ingenieros sobre el asunto de la conservación boscosa de la zona, no tuvo que hacer mucho hincapié al respecto, ese tema ya se había tomado en consideración. En fin, sólo quedaba esperar buenos vecinos, al menos a él le gustaba la soledad, en cambio a su tía se le iluminaba el rostro cuando podía compartir con alguien su deliciosa tarta de manzana. 

Pasada la demolición, un fin de semana, celebraban en casa de los Anderson, el cumpleaños de la tía Emma. La familia bastante numerosa, tíos, primos, sobrinos y nietos, reunidos en el jardín, se preparaban, unos arreglando la mesa, otros poniendo carne en el asador, mientras los más pequeños correteaban tras algunos patos que alguien había traído, como trueque a cambio de verduras y hortalizas del huerto. Matthew mataba el tiempo en el estudio mientras llegaba Raymond con su familia, ese día comprobó que la ropa le quedaba grande, llevaba una barba descuidada y su cabello negro comenzaba a pintar algunas canas. Se vio en el espejo, estaba pálido, más bien demacrado, al menos sus grandes ojos azules y su ocasional sonrisa lo libraban de verse mayor. Sin embargo, él se sentía viejo a sus treinta y cuatro años. Raymond tenía la misma edad y era la imagen opuesta de lo que él veía en el espejo en ese momento. 

Su invitado no tardó en llegar, Allison y las niñas se fueron directo a la cocina. Respiró hondo, se acomodó el cuello de la chaqueta y bajó a saludarlos. Por fortuna nadie comentó sobre su estado de salud, que si no había mejorado, tampoco era para alarmarse. La reunión duró menos de lo pensado, las nubes anunciaron tormenta y cuando cayeron las primeras gotas de lluvia, los invitados ya se habían ido. Allison y Emma ponían orden en la casa mientras Raymond y Matthew conversaban en el estudio. 

-Revelé las fotos. -Dijo el fotógrafo con cierto malestar.

-¿Se salvaron?

-Sí… todas. La cámara también.

-¿Puedo verlas? –Preguntó Ray con verdadera curiosidad.

-Aún no, antes quiero hacerte una pregunta.

-No entiendo ¿de qué se trata?

-¿Recuerdas la comitiva de Hitler?

-Por supuesto, imposible olvidarlo.

-¿Cuántos vehículos seguían el coche del Führer? –preguntó Matthew algo alterado.

-Tres

-¿Seguro?

-¡Completamente! no me cabe la menor duda.

Matthew permaneció en silencio, pensativo, con la cabeza hundida entre las manos. Ray se alarmó, finalmente dijo -¿Tiene eso importancia? -Matthew no contestó, le hizo un ademán a su amigo para que lo siguiera.

Casi siempre Ray terminaba aceptando las ideas descabelladas de Matthew. En las vacaciones del último año en la secundaria, recrearon una cámara oscura de tamaño descomunal. La construyeron en el estacionamiento del colegio y durante una semana, Raymond anunció la función mágica de unos títeres que bailaban de cabeza. Matthew construyó el cuarto oscuro de dos metros por metro y medio con unas mantas negras, barrotes y tablas que pintó completamente de negro. Ningún rayo luminoso entraba al interior, a no ser por un pequeño orificio que arrojaba luz en la superficie interior opuesta, reflejando las imágenes de los muñecos que Matthew agitaba desde afuera. La función duraba cinco minutos y cabían sentados en el cuarto, tres o cuatro chiquillos. Al principio fue una broma, después un magnífico negocio y al final un incidente deplorable. Un día se armó una pelotera cuando intentaron entrar al mismo tiempo seis o más chiquillos. Tratando de poner orden entre el jaloneo, los barrotes se aflojaron y una tabla cayó en la cabeza de Matthew, perdió el conocimiento y durante algunos días no recordó ni su nombre. 

Raymond lo siguió hasta el estudio, por un instante pensó que no debía alterar más el precario ánimo de su amigo, caviló incluso, si debía aceptar que eran cuatro vehículos, cualquier cosa, con tal de no incrementar su frágil estado emocional. Entraron en la habitación, Matthew había ampliado todas las fotografías, las había pegado en la pared en riguroso orden, tal cual había ocurrido en el desfile. Ray enmudeció, le temblaron las piernas y fue necesario que el fotógrafo le acercara una silla. Los dos sentados frente a la pared, permanecieron largo rato en silencio.

-Me pregunto -dijo Matthew, con la voz entrecortada -¿Cuántos vehículos habrá visto Dieter Frei? Ray tardó en contestar, finalmente dijo –Ahora que lo mencionas, Dieter no presenció el desfile, de hecho no lo volví a ver. Cuando te encontrabas en el hospital mandó unos documentos con un oficial de las SS, para que pudiéramos salir del país en un barco que transportaba judíos refugiados hacia América.  

Ambos se sentían petrificados, sorprendidos, atemorizados… justamente atemorizados. Pero era un temor que en vez de aniquilar, te enaltece, te llena de rabia, te fortalece ante lo desconocido. Raymond se levantó de la silla, avanzó con paso seguro y se detuvo frente a la fotografía del cuarto vehículo. Era nítida, inconfundible, sólo el conductor y las tres mujeres en el asiento trasero. Sin moverse giró su vista hacia el vehículo anterior, reconoció a Joseph Goebbels, lo señaló con el dedo y dijo -es el Ministro de Propaganda de Hitler. Controla los medios de comunicación -agregó sin voltear para ver a Matthew.

-Lo sé, junto a él, saludando a la multitud están el Dr. Theodor Morell médico personal del führer y Rudolph Hess.

-¿Sabías que Rudolph Hess colaboró con Hitler en la redacción de su libro “Mein Kampf” (Mi Lucha) 

- Sí, también sé que cuando se casan en Alemania, los novios reciben de regalo dicho libro.

Los dos se intercambiaron miradas de – ¿Y ahora qué…?

Raymond continuó señalando con su dedo y nombrando a todos los ocupantes de los tres vehículos. Se detuvo frente al Mercedes Benz donde viajaba Hitler, la nitidez de la fotografía hacía posible ver el número de la matrícula de la limusina descapotada, 1A 148461, el führer iba de pie, al lado del chofer, con la mano derecha en alto, realizando su saludo inconfundible. En ambos lados de la acera la gente vitoreaba a su líder tras la columna infranqueable de los uniformados de las SS. Matthew se levantó del asiento, se paró junto a Ray, señaló varias fotografías al tiempo que decía –te aseguro que ni un alfiler hubiera podido penetrar la valla humana. ¿Entonces… de dónde salió este vehículo? -levantó el tono de voz y golpeó con el puño de la mano, varias veces la fotografía del coche donde aparecían las mujeres. 

Raymond encendió un cigarrillo, se sentó nuevamente, lo imitó el fotógrafo, apenas le había dado unas bocanadas al tabaco cuando apretó la colilla sobre un cenicero. Nervioso se levantó del asiento, sacó un par de vasos y sirvió un poco de whisky. Encendió el tacadiscos, mientras escuchaban Porgy and Bess, de George Gershwin, a Matthew se le ocurrió una idea. Sin darse cuenta, sonreía para sus adentros.

-¿Qué piensas? -Le preguntó Ray

-¿Sabes cuánto tiempo de exposición se necesita para hacer una fotografía?

-Ni idea, supongo que es muy variable, en tal caso, muy poco. -Contestó Raymond con aparente desgano.

-Exacto, muy, muy poco… una fracción de segundo.

-¿Y eso, a qué viene al caso?

-¿No lo captas?

-¿Qué debo captar? habla claro. -No te lo había mostrado, porque ni yo mismo lo entendí al principio –dijo el fotógrafo sacando de una carpeta una secuencia de tres fotografías que había ampliado tamaño carta. En las fotos se veía una niña sentada en el suelo, asomando su rostro de entre las piernas de los soldados de las SS. En la siguiente fotografía el rostro de la niña mostraba una iluminación inusual que la había obligado a cerrar los ojos, en la tercera secuencia, la niña aparece con las manos en el rostro cubriéndose los ojos.

-¿Lo captas?

-Mmmm, déjame ver los originales -dijo Ray apresurándose al muro donde estaban pegadas las primeras amplificaciones. Era evidente, en la foto del tercer vehículo de la comitiva de Hitler se podía observar con nitidez el rostro de la niña. En la siguiente fotografía, justo cuando pasa el vehículo de las mujeres, en efecto, el semblante de la niña proyecta una luz inusual, incluso se puede apreciar un gesto cuando cierra los ojos. En la tercera toma, que capta el momento preciso en que va entrando el batallón motorizado, la pequeña se ha cubierto los ojos. 

Raymond se alejó de la pared y observó desde lejos la escena fotográfica. Matthew encendió otro cigarrillo sin apartarle la vista al muro. –Es muy simple -dijo, tomando de la mesa el sobre donde estaban impresas las fotos en su tamaño original. Tomó las tres fotografías que armaban el complejo del enigma y se las mostró a Ray, formando con ellas un abanico entre sus manos. Lo que realmente ocurrió es esto –dijo agitando las fotografías -sin embargo, –agregó en el preciso momento en el que arrojaba al suelo la fotografía de las mujeres -Todos nosotros, hemos sido testigos sólo de una parte de la realidad. Hemos presenciado algo de lo que no tenemos conciencia, pero nuestra percepción por alguna razón no lo ha registrado en la memoria. Esta es la realidad –agitó con fuerza las dos fotografías -nuestra limitada realidad. 

Raymond no pudo disimular un escalofrío que recorrió como un rayo todo su cuerpo.

-Sabes Ray… no descansaré hasta saber qué sucedió en ese intervalo de tiempo, capaz de alterar tan dramáticamente nuestra comprensión.

 Puedes adquirir la novela “Las puertas del tiempo" en amazon

Las puertas del tiempo de venta en Amazon





 

sábado, 23 de abril de 2022

Fragmento -1- Raborá

 

Fragmento del poema Raborá

(Obra de Teatro)

Como divino céfiro
circunscribe al cosmos
un espíritu insigne
cuya fúlgida luz concéntrica
y lenta pulsación de onda
adormece al arcano sueño
de eternas orgías vindicadoras.
 

Más Raborá
no pende de un sólo momento luminoso
nace cuando nacen los espejos
sobre las aguas tranquilas
al morir las tempestades
y ausentes los vientos
justo cuando emergen
voluptuosos los astros
arrojados de un frágil universo
carente de memoria
pleno de reticencias
al influjo de las aguas tibias
dispuestas a calmar la sed eterna.

Ahora sé que Raborá
habita los abismos siderales
incitando las tormentas eléctricas
que estremecen el plácido canto
más allá del vértigo de la materia
pálida y desnuda
como esferas danzarinas
dispersas sobre lodo ancestral.

¡Oh hexagrama! Preciso eclipse
sobre la extraña superficie lacustre
en el preludio del breve renacer
con sorda magia ondulante
de líneas paralelas
y cadencia que embruja
el flamante despertar de los poetas.

¿Sabes acaso de otros paisajes
menos sombríos?
¿Tal vez alguna canción que palidece
acechando con grave melodía
en el umbral de la conciencia
sutil cabellera indolente
del glauco rostro de la sinrazón?
 

Mira cómo duermen
los recuerdos coagulados
en el ámbar de antaño
entre los brazos del verso
por donde escala la vida
enigma y principio
cual denso muro
recinto de osamentas
acribilladas de pájaros
que se agitan en la naturaleza
con símbolos inconmovibles.

Y cuando el viento y la gaviota
se forjaron
y la torre y el campanario
y las tinieblas y el incienso
y la cúspide y los aliados
de la Ceremonia del Rito Universal
se presagiaron secretos diabólicos
para complacer a las almas
poseedoras de mentes agudas.

En el crepúsculo
de esta galería antigua y espaciosa
el silencio se cubre de bruma
cuando se anudan los ecos
hasta volverse badajo y campana.
Tocan las sombras
que incendian la noche
con su presencia de espía
en el instante de la premonición
etérea nave
cuando copula el sueño
con su túnica de hojas.

Nadie habitó dos veces
la misma escollera
del barco que zozobra
sepultado en el lóbrego mar
del hastío.

Ya nada es tangible
en la esencia del tiempo
porque somos testigos
de la forma y la sustancia
modelada con paciente
creación inconclusa
como austera casa
que enciende los ojos de luciérnaga
encabritada al precipicio
de la nostalgia.
 

Sólo el llanto de la sirena
aguarda en el sarcófago
lujurioso de la serpiente
que alucina entre la sábana tibia
y la espuma
y el mar frenético
como espectro furtivo
¡OH espíritu!
Vacío de la tumba estéril.

Puedes adquirir el libro del poema Raborá en Amazon


jueves, 21 de abril de 2022

Mallorca 1478


 

Fragmento de la novela INMORTALIDAD

CAPÍTULO 16

 

MALLORCA 1478 

Pamela inició esa noche la lectura de su precioso libro “Immortalitat”. La primera página mostraba el título enmarcado en una viñeta algo borrosa color sepia con símbolos vegetales muy abstractos, simétricos y laboriosamente entrelazados. Con el siguiente epígrafe daba principio la primera página del antiguo y misterioso ejemplar.

Ocórrer en el temps dels somnis. Maig 1478

Ocurrió en el tiempo de los sueños. Mayo de 1478

Sobre las altas montañas, al extremo oriental de la sierra Tramuntana en la costa norte de la isla de Mallorca, la ermita de Sant Miquel se alza a 540 metros del nivel del mar y desde sus amplias terrazas se ven al norte las azules aguas del Mediterráneo. El pequeño edificio con su torre, campanario y sacristía de planta octogonal está construido totalmente de piedra arenisca. Remata el mesurado espacio una bóveda de media naranja revestida en su interior con tejas adosadas, y al exterior la esférica superficie se encuentra recubierta por piezas polícromas de cerámica. En la fachada una tosca puerta de madera adopta en la parte superior la forma de un arco de medio punto. Este único acceso está enmarcado por pilastras y protegido por un bastimento sobre el cual hay un pequeño rosetón flamígero de estilo predominantemente gótico.

En su interior, sobrio y oscuro, bajo los gruesos nervios de la bóveda, una imagen de la virgen Negra espera el inicio de la romería.

Con las primeras luces del alba, se escucha a lo lejos el fragor mezclado de cánticos y rezos, que la multitud arrobada en la fe de la Cruz y la virgen Negra ejecuta al unísono con piadoso orfeón de voces discordantes, estremeciendo hasta las ánimas nocturnas aposentadas en el camino tortuoso de la montaña. Flanqueado de barrancas y descollados precipicios a la vera de un estrecho sendero, el tropel anuncia su cercanía con el rumor cacofónico de alguna plegaria entremezclado entre el balar y el campanilleo rítmico de las ovejas.

El fértil paisaje de vetustos árboles de ciprés y olivos se abre abruptamente en la explanada de la colina al frente de la ermita de Sant Miquel. A lontananza, los danzantes preludian con flautas de arcilla, gaitas y tambores la aparición de los peregrinos de una singular procesión disfrazada de ángeles y diablos, seguida por un grupo de jóvenes mujeres vestidas con túnicas descoloridas en tonos de azul sombrío, portando sobre su cabeza pesadas canastas con panes y flores silvestres. Amanece y los primeros rayos del sol incitan el bullanguero fervor de los bailarines llegados de Llucmajor, quienes ejecutan frente a los devotos espectadores, arriesgadas pirámides humanas, mostrando con soltura y contento al equilibrista más joven que en lo alto despliega una cesta repleta de almendras y albaricoques prodigados en sus frondosos campos al sur de Mallorca.

El ruido retumbante crece alrededor de los grupos de aldeanos que se disponen a lo largo y ancho de la explanada de la ermita acicalando los puestos de venta de quesos, aceitunas, ajos, salchichas, agasaje, buñuelos y típicas figurillas hechas de madera de la aceituna, original del pueblo de Alfabia. El campanilleo de las ovejas y el silbido de las siurells hechas de arcilla caracteriza el jolgorio brioso de los danzantes venidos a pie desde Portol, que no amaina ni en garbo ni en fuerza ni aún después de 15 horas de agreste viaje serpenteando las fatigosas veredas.

Cuando el sol apenas toca con sus rayos la Cruz de piedra, la sombra del santo monumento levantado junto a la ermita se proyecta en ese instante varios metros al amparo de los danzantes que alternan sus bailes de gaitas y tamborileos con voces y corrillos típicos de las regiones aledañas. De súbito, se hace el silencio en el instante en que el Magister Prinio Corella, sale de la ermita acompañado de varios monjes portando una pequeña imagen en talla de madera de la virgen Negra. Corella oficia la Santa Misa y bendice las ofrendas y los animales domésticos, y todos los bienes interiores y exteriores, para que así, -el milagro de la gracia divina prodigue por siempre.

En ese momento, el campanario de la ermita, Santuario del Cristo y de la virgen Negra, tañe su campana con aires de fiesta estallando exultante el fervor público de las alegres consagraciones. Con la algarabía cesa el rumor de la cascada en la montaña y el murmullo de los manantiales se trastoca con la música estridente que acompaña a los bailarines. En un pandemónium de gentes hilarantes los chiquillos corretean por la explanada mientras sus madres venden pan dulce relleno de espinaca picante. Otras más anuncian a gritos la cosecha de naranja de las arboledas que abundan en la montaña. Algunos puestos improvisados ofrecen ungüentos y plantas medicinales para curar todos los males de la tierra incluyendo las dolencias del alma. El jugo de naranja apaga la sed de los ajetreados caminantes, pero los hombres jóvenes y viejos prefieren refrescarse con licor de Binissalem de pujante tradición romana o mejor aún, los más curtidos se reconfortan con buenos tragos de vino de Malvasia afamado desde el tiempo de los moros en toda la región de la sierra Tramuntana. Los primeros peregrinos parten con la luz de la luna antes del amanecer del día siguiente.

Cuando el sol despunta en el alba, sólo los estragos de la romería son el mudo testigo de las fiestas anuales a la venerada virgen Negra. Y ahí, en medio de esa tempestiva soledad, aparece como una fortuita revelación, frente a la Cruz de piedra, una preciosa niña. El Magister Prinio Corella, quien está a punto de iniciar su camino de regreso al monasterio de San Salvador voltea a la explanada para dar un último adiós. En el recinto sus ojos se encuentran con los de ella, la niña permanece de pie, a contraluz, ondeando sus largos cabellos dorados como una premonición que habría de recordar vívidamente el clérigo dieciocho años después. Pere Ferrater presencia la insólita escena. Él, su cuñada, su esposa y su hija Apel se retiraban, y tras de ellos Melissa, la pequeña de siete años, la hija de nadie, la olvidada en la ermita, la inocente infeliz de la virgen Negra, la criatura abandonada del Cristo, la niña patrona de los peregrinos los sigue con mansedumbre, en silencio, sin decir una sola palabra, sin expresar temor, pena ni sufrimiento.

Pamela despertó aún con los ojos llenos de lágrimas, se vio reflejada en un lacerante espejo de circunstancias similares, amó infinitamente a esa niña y a la distancia de más de quinientos años sintió su desventura como propia. Las heridas las cura el tiempo y la suya era reciente, al menos eso pensaba ella.

Inmortalidad (sincronía)

Puedes adquirir el libro pasta blanda para envío a USA y México

Amazon.com: Inmortalidad: Sincronía (Spanish Edition): 9798543839959: Morales y Mori, Lilia, Morales y Mori, Lilia: Libros

Puedes adquirir el libro pasta blanda para envío en Europa.

Inmortalidad: Sincronía : Morales y Mori, Lilia, Morales y Mori, Lilia: Amazon.es: Libros

Puedes adquirir el libro pasta blanda para envío a China

Amazon.co.jp: Inmortalidad: Sincronía : Morales y Mori, Lilia, Morales y Mori, Lilia: Foreign Language Books


miércoles, 6 de abril de 2022

Baricoke, un juego contra un adversario cuántico


 

Ferdinánd Perilló científico especialista en IA y robótica. Nicholas Dafra ingeniero en sistemas, experto en inteligencia artificial y criptología. Pamela artista exoterra y Yara, la chica de la cocina, juegan al Baricoke

(Fragmento de la novela “Inmortalidad”)

 

Después de hablar durante largo rato sobre logística, marketing, patentes y demás temas, Dafra abrió su lap top y dijo –Es hora de jugar. Pasaron a la mesa del comedor y ya dispuestos –agregó- falta una persona ¿nos puede acompañar la chica de la cocina? –solicitó amablemente a Pamela.

Sí, claro. –Dijo Pamela, e inmediatamente se levantó y fue al estudio donde Romelia y su hija veían un programa de televisión.

-¿Yara puedes venir un momento?

-Sí señora. –Dijo la muchacha quién se sentó en la mesa frente a la mujer de Perilló.

Nicholas Dafra repartió a cada jugador un pequeño tablero o comando que contenía nueve botones de un color diferente cada uno, más una serie de teclas que permitían escribir el nombre de cada participante debajo de un marcador que indicaba el número ciento ochenta, y un panel que prometió explicar su funcionamiento sobre la marcha.

Seguidamente colocó en el centro de la mesa una caja cuadrada de treinta por treinta centímetros y apenas unos seis de alto en cuya superficie se veía tan sólo un cristal translúcido. Dio por iniciado el juego al oprimir un botón de su comando, de inmediato surgieron de la superficie nebulosa de la caja seis cubos de colores de un aspecto tan inusual que Pamela no resistió las ganas de tocarlos, pero sus dedos se encontraron sólo a sí mismos, al mismo tiempo Yara intentó tocar los cubos y con gran arrebato apartó su mano al no sentir ningún cuerpo entre sus dedos.

-Como lo habrás adivinado pequeñita, es una trampa holográfica controlada por una sencilla computadora. –Le dijo Ferdinán a Pamela con una sonrisa de oreja a oreja.

-Pues sí que nos han tomado por sorpresa. –manifestó la señora Perilló quién aún se frotaba las manos con agradable desconcierto. Yara había enmudecido y sólo atinó en cubrirse la boca con sus manos.

-No temas Yara, esto es tan sólo un juego.

-No me asusté señora Pamela, es que no sé si están o no están los cubos.

-Por lo pronto digamos que tus ojos pueden ver lo que tu mano no puede tocar. -Le dijo Nicholas a Yara. Y le aseguró explicárselo con gran detalle un día.

-Los cuatro vamos a jugar contra el Baricoke, es decir contra el personaje que nos muestra sus seis cubos de colores –añadió Dafra y continuó sus explicaciones- Ahora nosotros debemos conjeturar cuáles colores exhibirá en la próxima jugada el Baricoke, así que observen bien los que ha elegido en esta ocasión para establecer un argumento que nos pueda ser útil en nuestra próxima elección.

-¿Quedó claro? –preguntó el joven de la cachucha. Y como todos asintieron incluyendo Yara –agregó- bueno, opriman sólo tres colores de los nueve de su tablero que crean nos mostrará el Baricoke. Yara veía a Pamela de reojo y a los otros dos jugadores que se mostraban muy seguros con su caja de comandos. Cuando Dafra se percató que la chica había seleccionado sus tres colores les dijo, ahora opriman el botón “aceptar”, de inmediato desaparecieron y volvieron a aparecer nuevas imágenes holográficas de los seis cubos con distintos colores. En el panel de cada comando se mostraban los siguientes resultados Pamela sólo pudo acertar un color, por lo tanto, había perdido cinco puntos de los ciento ochenta así que su récord registraba ciento setenta y cinco puntos. Fer y Yara habían perdido 6 puntos, es decir, no le habían atinado a ningún color y Dafra había perdido sólo tres puntos. -Lo siento –dijo Nicholas- tengo más práctica que ustedes.

El juego continuó llevándose a cabo el puntaje tal y como se lo había explicado Pamela a Ferdinán en una ocasión por teléfono, sólo que en vez de ganar puntos se perdían de una base de ciento ochenta. Por otra parte, Baricoke jugaba independientemente contra cada jugador sólo que él perdía la misma cantidad de puntos que el jugador atinaba en la elección de sus colores, de tal modo con el acierto de tres colores de Dafra, el jugador holográfico había perdido frente a Nicholas tres puntos. El juego terminó cuando Ferdinán perdió todos sus puntos quedando en último lugar, el cuarto lugar fue para Yara con sólo diecisiete puntos, en tercer lugar Pamela con treinta y tres puntos y en segundo lugar con sesenta puntos a su favor el joven de la cachucha que escuchó al igual que todos a una voz robótica que anunciaba al final del juego. -“gana Baricoke seguido de Dafra”.

-¿Es posible que alguien pueda ganarle a Baricoke? –preguntó Pamela.

-Establecer una predicción al cien por ciento o muy aproximada mediante el pensamiento humano lo creo imposible por ahora –dijo Nicholas- estoy trabajando en un modelo de contra-Baricoke cuántico, un personaje provisto de IA que nos pueda garantizar el cincuenta y uno por ciento de aciertos, cantidad suficiente para ganar con una mínima ventaja, aunque estoy seguro de que esto me puede llevar bastante tiempo. Por lo pronto he experimentado con sujetos ciegos y no, es decir, con personas que eligen sus tres colores como lo hemos hecho nosotros y con personas que no ven los colores del Baricoke, notoriamente las personas que ven los colores tienen muchos más aciertos que las que no lo ven.

-¿Crees que se pueda desarrollar un método o estrategia de juego que te garantice el mayor número de aciertos? –preguntó Ferdinán.

-Por supuesto, yo lo he aplicado ahora, pero aún tengo muchas dudas y necesito afinar muchos detalles. No sé si sea demasiado impetuoso de mi parte aseverar esto, pero pareciera que Baricoke hace “trampa”

-¡No juegues! Dijo Pamela lanzándole a Ferdinán una mirada un tanto irónica.

-¡No! no es broma, es algo muy serio. Veámoslo como un fenómeno cuántico ajenos a la realidad local, bajo estas circunstancias debemos entender que existen conexiones misteriosas entre los pensamientos de los participantes, en este caso, de nosotros. –dijo esto con cierta precaución temiendo agregar la siguiente frase- Es como si hubiésemos intercambiado información a la velocidad de la luz con Baricoke sin nosotros saberlo.

-¿Quieres decir que Baricoke hace trampa “porque puede ver, detectar o percibir” la elección de los jugadores? –preguntó en tono solemne Ferdinan.

-Me temo que sí… Imaginemos lo siguiente –dijo Dafra recargando su cabeza sobre su mano izquierda al tiempo que levantaba la mano derecha señalando algún punto desconocido- Hay cuatro jugadores, por comodidad asignaré a los colores números del uno al nueve. El jugador A escoge el 3, 2 y 1. El jugador B selecciona el 1, 4 y 5. El C el 6, 3 y 5 y por último el D el 3, 2 y 1. Si Baricoke quiere ganar tendría que escoger el 7, 7, 8, 8, 9 y 9 quedándose a su favor todos los puntos. Otra posibilidad menos drástica de Baricoke sería seleccionar 7, 8 y 9. De los números restantes seleccionaría el 6 y el 4 porque entre los cuatro jugadores estos dos últimos números sólo fueron elegidos una vez. Ya tiene cinco números, le falta uno, si quiere poner un número diferente tendrá que seleccionar entre el 5 o el 2 ya que ambos números sólo fueron seleccionados entre todos dos veces. Pero seguramente optaría por el 2 porque el jugador C tiene entre sus números el 6 y el 5.

-En resumen -dijo Pamela- si Baricoke escoge 7, 8, 9, 6, 4 y 2 cada jugador ganará solamente un punto.

-Que para Baricoke no es ni siquiera un rasguño –aclaró Ferdinan.

-Se me ocurre experimentar una estrategia de pensamiento colectivo (EPC) para intimidar a Baricoke –manifestó Dafra ajustándose la cachucha- debemos crear estados superpuestos que apunten a una realidad concreta.

-(silencio colectivo) Finalmente preguntó Pamela –¿cómo es eso?

-No veamos a Baricoke como un modelo macroscópico. Tenemos que internarnos en el mundo cuántico ajeno a eventos reales. Sé que no es fácil, pero imaginemos por un momento un mundo de acción donde todo fluye como una tendencia que no se concreta. Que no ocurre, son simplemente tendencias que están en constante movimiento, son posibilidades de algo que cuando se manifiesta es que ha surgido de las posibilidades preexistentes del mundo cuántico de las potencias a través de la energía del pensamiento.

-Parece simple –murmuró Pamela.

-Perdone por interrumpir –dijo Yara que no había abierto la boca para nada- ¿Baricoke piensa?

Todos rieron, después se hizo el silencio que rompió Dafra cuando dijo –Es posible Yara, todo hace suponer que estamos empezando a crear un puente que atraviesa los mundos de la mente y la materia, de la física y la psique. Estamos tentados a creer que hay una cierta relación del observador con el mundo observado, pero la realidad es que hay muchos mundos y no todos pueden emerger al mundo macroscópico.

-Te dije que también es filósofo –sentenció Perilló poniendo punto final a la conversación.

Inmortalidad (sincronía)

Puedes adquirir el libro pasta blanda para envío a USA y México

Amazon.com: Inmortalidad: Sincronía (Spanish Edition): 9798543839959: Morales y Mori, Lilia, Morales y Mori, Lilia: Libros

Puedes adquirir el libro pasta blanda para envío en Europa.

Inmortalidad: Sincronía : Morales y Mori, Lilia, Morales y Mori, Lilia: Amazon.es: Libros

Puedes adquirir el libro pasta blanda para envío a China

Amazon.co.jp: Inmortalidad: Sincronía : Morales y Mori, Lilia, Morales y Mori, Lilia: Foreign Language Books

Entrada Destacada

CUANDO YA NADA TIENE IMPORTANCIA

  CUANDO YA NADA TIENE IMPORTANCIA (Fragmento del poema RABORÁ) Y cuando ya nada tiene importancia guardo el ave del atardecer en la vieja...