martes, 26 de abril de 2022

Fragmento de la novela Universo Antrópico


 

LA CAVERNA DE LOS RASCACIELOS 

Era la segunda vez que Ralph-Fulgor escuchaba el canto de los pájaros a media noche. El científico había alterado la frecuencia de onda para crear una interferencia en el sistema de rastreo, y eso ocasionaba una serie de disturbios un tanto caóticos pero sin mayor importancia en el interior del galpón. Disponía de poco tiempo. El túnel entraría en cambio de Módulo en unos minutos, tiempo suficiente para transportarse a un sector abandonado en la región de los Terrenios-Fi. Sentado frente a la consola, su ente cibernético Ralph-Corpo, ajustó las funciones de dispersión electromagnética e inició el proceso de desintegración. 

La estancia se estremeció al ritmo de las luces intermitentes mientras la cámara de controles parpadeaba frente al cuerpo del robot humanoide. El ente anatómico era una copia que seguía al pie de la letra las instrucciones de su centro cibernético. Tras el estruendo del acelerador de imagen, el silencio se imprimió como una huella en los paneles transparentes que proyectaban la energía del espectro de Ralph-Fulgor, en un acelerador cuántico de fusión. El efecto estroboscópico cesó cuando el bloque de energía en movimiento desapareció del laboratorio. 

La sensación de inexistencia le era familiar a Ralph-Fulgor, ninguna de sus entidades corpóreas le resultaba del todo convincente, pero la necesidad de viajar en el espacio-tiempo de un sistema multidimensional, lo obligaba a desmaterializarse con demasiada frecuencia. Descendió en la caverna de los Rascacielos, Thoth de Niffer aún no había llegado. El edificio Chrysler permanecía intacto con sus setenta y siete pisos sorprendentemente compactados. Los trecientos diecinueve metros de altura se habían convertido en escasos cincuenta metros que se perdían en la bóveda del techo terrestre. El espectro luminoso de Ralph-Fulgor deambuló por los ruinosos vestigios de estrechas calles olvidadas, en el pasado prehistórico de una humanidad que ya nadie recordaba. 

Las sombras siniestras de los edificios enterrados en la cavidad de la tierra soportaban la corteza terrestre. Una de las metrópolis más importantes del mundo antiguo, yacía bajo los escombros de la fatídica Noche de los Fuegos. En el cielo se recrearon las auroras boreales y el efecto de ardientes nubes de plasma solar, crearon tormentas electromagnéticas de tal magnitud, que muy pocos seres vivos sobre la superficie de la tierra pudieron soportar. Al poco tiempo prácticamente la vida cesó cuando el Sol, la Luna y las estrellas se ausentaron del firmamento, en el que tantos millones de años habían brillado. 

Ralph-Fulgor emitió una intensa luz naranja, tras la cual liberó un paquete de energía llenando la penumbra de una luminiscencia que poco a poco, lo transformó en la entidad ilusoria de Ralph-Corpo. El científico materializado con la apariencia humanoide de su copia, se sentó en una banca de metal próxima a un farol que de forma misteriosa, iluminaba una plazuela rodeada de jardines. Luces titilantes escapaban por las ventanas de los edificios creando la imagen de una noche estrellada. En las proximidades de un bar, se escuchaba la tenue música de una melodía de jazz. 

Thoth de Niffer apareció junto a una fuente que dejaba correr sobre sendas planchas de mármol sus aguas cristalinas. Aunque era un anciano sempiterno, su rostro sereno y jovial le imprimía una edad indefinida. Ralph-Fulgor lo vio aproximarse, la divinidad avanzó despacio, parecía levitar en dirección del científico quién veía cómo el viento, agitaba las blancas vestiduras de aquel ser.  

UN PEQUEÑO TALUD CIRCULAR 

Kendel de Azdal era célebre por su extraordinaria sensibilidad artística, sus obras monumentales le habían permitido atesorar una larga existencia, novecientos noventa y nueve años lo atestiguaban. Había nacido a principios del milenio cuarto después de la Noche de los Fuegos en la zona Intrenia de Azdal, a una profundidad de diez mil metros bajo la corteza terrestre. Como todos los Intrenios su memoria había sido borrada. 

Los habitantes Intrenios oriundos del quinto nivel del módulo, no guardaban registros del pasado, de tal modo carecían de historia y los datos familiares no superaban a ninguna de sus propias generaciones. Tan sólo una etiqueta de origen genético al borde del útero artificial, era suficiente para establecer acaso una identidad, que a lo largo de su existencia se iba robusteciendo según las obras relevantes que hubiesen creado. En tales circunstancias, el tiempo se conjugaba siempre en presente y el futuro era la acción inmediata que les mantenía sujetos a la supervivencia en dicho sector del Sistema. 

Ese día había sido en particular muy agitado, el androide Dorkio de Yuan portavoz del Supremo Orbe, esperaba respuesta en la estancia de Concilios y Kendel de Azdal, aún se encontraba esbozando ideas en el salón de Prototipos. Con evidente prisa atravesó la franja de saturación del plasma rumbo a su encuentro, pero un ligero tropiezo lo aventuró en dirección completamente inesperada. 

En actitud vigilante y sin manifestar sorpresa se vio parado sobre una autopista solitaria anclada en medio de la nada. Caminó algunos minutos sobre la desértica calzada hasta que divisó al final del camino, un pequeño talud circular, con un acceso diáfano y rectilíneo por el cual ingresó a su interior. En el centro se erguía un pedestal de no más de un metro y sobre él, un objeto inorgánico de intensa luz cegadora. 

Atraído por aquella forma radiante se aproximó cauteloso hasta que pudo observar con claridad, un disco metálico de marcada coloración verdosa. La pieza que se sostenía en posición vertical frente a él, no era mayor a un diámetro de treinta centímetros, era cóncava y había sido a propósito arqueada. Cuando la observó con mayor atención, se pudo percatar que sobre la superficie del disco habían realizado algunas incrustaciones, que evocaban la forma del Sol y la Luna creciente. 

Además contó justo treinta estrellas y lo que parecía una nave entre dos arcos del horizonte, que de pronto comenzó a moverse alrededor de los diferentes elementos que decoraban el extraño cuerpo. De una serie de muescas en el borde del metal y en la superficie, se podían observar una gran cantidad de perforaciones por las cuales salían haces de luz, que hacían suponer que un poderoso rayo se ocultaba en la parte trasera del azófar. 

Profundamente intrigado con el objeto intentó colocarse detrás del pedestal, le inquietaba el resplandor que emergía de la parte posterior del disco. En ese instante una feroz ráfaga de viento y polvo, barrió la imagen dejando solo al descubierto el camino desértico. Inmóvil, casi paralizado, descubrió frente a sí la consola del salón de Prototipos. Aj de Arts le entregó ciertos documentos y le notificó que un comisario del Supremo Orbe, había cancelado la cita a última hora. Sintió un profundo alivio, se acomodó dejando caer su imperceptible peso sobre el mullido sillón, e inició una desaforada búsqueda en los archivos del Sistema que le permitiera entender lo que había visto. Nada, absolutamente nada, los paneles translúcidos sólo proyectaban unas letras parpadeantes con la siguiente leyenda: 

-No se han encontrado resultados para su búsqueda, asegúrese de haber escrito correctamente la información.

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