jueves, 31 de marzo de 2022

Un accidentado viaje


A finales del siglo pasado, justo en 1999 tuve la idea de escribir mi primera novela de fantasía y ciencia ficción “Inmortalidad” (Sincronía). Una noche de insomnio fue suficiente para visualizar la historia de principio a fin, me quedaba claro que sería una genealogía de personajes femeninos los que le darían vida al relato a través de la lectura de un libro, que le había sido heredado misteriosamente a uno de mis personajes. Pamela quien hace presencia en la novela tan sólo unos meses, vive a través del libro Sincronía, más de cinco siglos todas las experiencias que sus ascendientes habían experimentado en sus fantásticas y singulares vidas.

En 1478 aparece en Mallorca, en la Sierra Tramuntana, la niña Melissa quien es la primera de la genealogía y de quién no se sabe nada de sus orígenes (circunstancia que se descubrirá al final de la novela) Escribiendo un día en la madrugada mis apuntes para la novela discurrí que sería interesante pasar una temporada en Barcelona, España, (la ciudad donde nació mi madre) y posteriormente ir a Palma de Mallorca para conocer la Sierra Tramuntana.

Hice los preparativos para el viaje. El primero de mayo del 2000 partí a Europa con tan desafortunado incidente, pues unos días antes de mi viaje me asaltaron regresando del aeropuerto de la ciudad de México cuando había comprado los boletos del pasaje ida y vuelta, se puede decir que corrí con suerte porque los tres mafiosos del asalto no me lastimaron, tan sólo me quitaron el dinero que había reunido para mi estancia en aquel país.

Sin dinero mi familia supuso que cancelaría el viaje, pero como soy bastante obstinada, tomé el vuelo con tan sólo seis mil pesos y algunas pesetas. Por si fuera poco, al llegar a Barcelona, equivoqué la salida del aeropuerto y tomé el pasillo de los nacionales. Mis amigos, el escritor Juanjo Piñeiro y su esposa, al no verme en el arribo de los pasajeros de México supusieron que por alguna razón había cancelado el viaje. Era ya casi media noche cuando llegué a la banda transportadora de equipajes de mi vuelo, por suerte a lo lejos vi mi querida maleta, estaba tan abandonada y solitaria como yo me sentía en ese momento.

Pregunté a una afanadora donde podía tomar un taxi seguro en el aeropuerto y me contestó que todos los taxis eran seguro, que saliera a la calle y que ahí encontraría uno. Bueno, así lo hice, el taxista me preguntó mi destino, sin saber a dónde dirigirme le pedí que me llevara a un hotel, me llevó a las Ramblas frente a un simpático hotelito. Con maleta en mano, en la calle nocturna de ese emblemático paseo, frente al bullicio encantador de los paseantes a esa hora, descubrí, ¡Oh no!... que no había habitaciones disponibles en el hotel.

No tardó en pasar otro taxi, le pedí al amable chofer que me llevara a un hotel económico y que por favor preguntara si tenían habitaciones. Ya en el hotel, me topé con otra sorpresa, no había elevador, tuve que subir mi maleta por las escaleras, estaba tan cansada que vestida tal cual me tumbé en la cama. Apenas había logrado conciliar el sueño cuando me despertó un ruido persistente de tacones, voces y risas que duraron casi hasta el amanecer.
Temprano me arreglé y llamé de un teléfono público a Juanjo, mis amigos pasarían por mí al mediodía, así que tuve tiempo de caminar un rato por los alrededores, el día era magnífico y el lugar me pareció ciertamente hermoso. ¡Por fin, estaba en Barcelona!  
 
Entre los proyectos que había planeado durante mi viaje era una ponencia que presentaría en el Instituto de Psicología Transpersonal de Barcelona, durante las “Cuartas Trobades Transpersonals” … al menos algo comenzaba a salirme bien, mi presentación había sido bien acogida al grado que los organizadores del evento junto con mi amigo el escritor, me colocaron en un departamento (“piso” como dicen en España) para estudiantes extranjeros con gastos pagados de hospedaje y alimentos durante un mes. El edificio próximo a la Sagrada Familia me permitió conocer esa importante y muy representativa zona de Barcelona. Durante el día caminaba por las calles principales hasta la Barceloneta, a veces tomaba la avenida de las Ramblas y después me encaminaba a la playa, desde dónde imaginaba a lo lejos mi anhelada isla de Palma de Mallorca.

Como prefiero escribir de noche, generalmente hasta la madrugada, comencé a teclear los primeros capítulos de la novela en un ambiente casi irreal, por las circunstancias que me habían sucedido desde mi salida de México. Días antes de cumplirse el mes, me despedí de mis amables anfitriones con la promesa de regresar, cosa que nunca ocurrió. Compré un boleto de avión para Madrid, ya que originalmente desde México había planeado pasar un par de días por esa ciudad antes de regresar a mi país. Me instalé en un hotel próximo al metro Sevilla, pero en vez de tomar el transporte subterráneo prefería caminar hasta la Plaza de Cibeles y sus alrededores. Madrid al igual que Barcelona, siendo tan diferentes en muchos sentidos, me parecieron ciudades muy hermosas y ambas me llenaron de gratas y muy extraordinarias experiencias.
El tiempo que me llevó terminar la novela, descubrí un mundo maravilloso durante mi trabajo de investigación bibliográfica, a veces las fuentes documentales en la preparación de una obra literaria son un aliciente que ilumina y enriquece la imaginación creativa del escritor.  Muchos personajes históricos (de los cuales hablaré en otra publicación) formaron parte trascendente y estrecha con las vivencias y circunstancias extraordinarias que acompañaron a mis personajes ficticios desde el año de 1478 hasta el 2150. Fue fantástico escribir mi novela Inmortalidad.

Inmortalidad (sincronía)


 

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